Al regresar al Señor, Israel debe llegar en los términos de Dios, no en los de ellos. Dios dice: Quiero que regresen a Mí, no con un sentimiento silencioso en su corazón, sino con palabras propias de arrepentimiento y confianza hacia Mí. Cuando venimos delante del Señor, es esencial que llevemos palabras de súplica. Hay un lugar para compartir los sentimientos inarticulados del corazón con Dios, pero eso no es la esencia del compañerismo y oración con Él. La adoración de Dios es inteligente, y Dios nos hizo capaces para comunicar ideas y sentimientos con palabras. No es suficiente el sentarse delante del Señor y el sentir amor hacia Él. Pero, lleva contigo palabras de súplica; dile a Dios que lo amas.
Esta es la misma idea que Pablo expresó en Romanos 10:8-10: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos: que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Dios nos ordena que nos comuniquemos con Él con palabras, no solamente con ideas o sentimientos. Cuando nos comunicamos con Dios en las palabras e ideas de la Escritura, hallamos y articulamos una efectiva voz delante de Dios. Cuando nos volvemos hacia el Señor, llevando palabras con nosotros, debemos de llegar primeramente en humildad. Reconocemos nuestro pecado y nuestra total dependencia de la gracia de Dios.
Literalmente, Oseas 14:2 dice te ofreceremos los terneros de nuestros labios. Ya que los terneros eran a menudo traídos para el sacrificio, los traductores se sintieron justificados en poner te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios. Sin embargo, la traducción más literal muestra, que tan claras deben ser nuestras palabras de alabanza, adoración, confesión, petición, o intercesión, pueden ser un sacrificio delante de Dios. Cuando nos volvemos al Señor, llevando palabras con nosotros, llegamos renunciando a nuestra dependencia en todas las demás cosas. Reconocemos que el Señor; y solamente el Señor, puede hacer la diferencia en nuestra vida.
Dios vio que Israel estaba inclinado a rebelarse contra Él, pero Él prometió sanar la rebelión de un Israel arrepentido. Él no lo hace debido a que Israel lo merezca, sino porque está en Su naturaleza; el amarlos de pura gracia. La palabra es “compasivo”. Yo sanaré su rebelión. Esto muestra que Dios mira nuestra rebelión más como una enfermedad que un crimen. Él no dice, “Perdonaré su rebelión.” Es “como si él dijera, “Mi pobre pueblo, recuerdo que son únicamente polvo; son propensos a mil tentaciones a través de las cuales caen, y muy pronto se pierden; pero no los trataré como si fueran rebeldes, los veré como pacientes, y me verán como a un médico.” La palabra es certera: Yo sanaré su rebelión. No “podría sanar” o “quisiera sanar” o “trataré de sanar,” sino Yo sanaré su rebelión. Ven a Dios por sanidad de tu rebelión, ¡y él lo hará! Dios es un médico tan grande que no podra permitir que cualquier paciente se vaya de Su oficina sin ser sanado.
Debemos de venir al Gran Médico y decir, “Sana mi rebelión.” Para obtener la sanidad, debes de contarte dentro de los rebeldes. ¿Eres rebelde? Las señales no podrían ser muy obvias para otros. Cuando ves un árbol roto por un huracán, es fácil el pensar que fue el viento. Si ves más de cerca, a menudo verás que los insectos han trabajado por mucho tiempo en el árbol, debilitándolo más y más. En realidad no fue el viento el que lo hizo; otros árboles alrededor de este resistieron al viento. Fue la lenta declinación de la fuerza, mientras los insectos le mordisqueaban mes tras mes. Cuando Dios restaure a Israel, éste será una bendición para otros, no será bendición únicamente para sí mismo. Cuando el pueblo de Dios sea sanado de su rebelión, se enfocan en Jehová mismo, y no en cualquier clase de ídolo. En un tiempo, Israel pensó que podrían hallar fruto en ellos mismos o los ídolos de las naciones. Ahora, sanados de su rebelión, ellos hallan fruto solamente en Dios. “De mí será hallado tu fruto” puede tener dos ideas, igualmente ciertas. Primero, hallamos el fruto para nutrir nuestra alma en Dios, y solamente en Dios. Segundo, hallamos el fruto que debemos llevar hacia el mundo en Dios, y sólo en Dios.
El sabio verá el mensaje a través del Libro de Oseas. Él entenderá que, en Su misericordia, Dios ofrece una maravillosa oportunidad de arrepentimiento y restauración, y es peligroso el descuidar esa invitación. Aún en medio del juicio prometido, los sabios y entendidos ven que los caminos de Jehová son rectos, y que cualquier anuncio de juicio es una invitación al arrepentimiento. La belleza de la expresión de estas últimas palabras de Oseas están en el rango de los capítulos memorables del Antiguo Testamento. Como el arcoíris después de la tormenta, le prometen a Israel una restauración final. Aquí está el pleno florecimiento del amor constante de Dios para con su pueblo fiel, el triunfo de su gracia, la seguridad de su sanidad; todos descritos en ilustraciones que revelan el corazón amoroso de Dios.
Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse