Este pasaje es crucial para entender el conflicto entre Pablo y Pedro en la iglesia primitiva, sobre todo en relación con la integración de los gentiles en la fe cristiana sin la necesidad de cumplir con la ley judía, especialmente en cuanto a la circuncisión y las reglas alimenticias.
Pablo narra un incidente en Antioquía en el que confronta a Pedro por su comportamiento hipócrita. Pedro, antes de la llegada de algunos enviados de Jacobo (el líder de la iglesia en Jerusalén), comía libremente con los gentiles. Sin embargo, cuando llegaron estos judíos cristianos, Pedro cambió su comportamiento por miedo a ser criticado por ellos. Su retirada fue vista por Pablo como una traición al evangelio, ya que implicaba que los gentiles debían seguir las leyes judías para ser aceptados.
Este acto de Pedro, influenciado por el temor a los “de la circuncisión” (cristianos judíos que insistían en la necesidad de seguir la Ley), creó confusión y división, incluso arrastrando a Bernabé, un colaborador cercano de Pablo, a un comportamiento similar.
Pablo confronta a Pedro públicamente, lo cual sugiere la gravedad del asunto. La cuestión central es la incoherencia de Pedro: aunque él mismo, como judío, estaba viviendo libre de las restricciones de la Ley, ahora con su comportamiento estaba indirectamente presionando a los gentiles a observarla. Para Pablo, esto socava el mensaje del evangelio, que proclama que la salvación es por gracia, no por las obras de la ley.
Pablo enfatiza que, incluso para los judíos, la justificación (ser declarado justo delante de Dios) no viene por obedecer la Ley mosaica, sino por la fe en Jesucristo. Si los judíos, que tenían la Ley, no podían obtener justicia mediante ella, mucho menos los gentiles. Pablo subraya que la justicia solo se alcanza a través de la fe en Cristo.
Pablo anticipa una objeción potencial: si se abandona la Ley, ¿significa eso que se promueve el pecado? Pablo responde enfáticamente que no. La gracia no es una licencia para pecar. Si alguien, después de haber sido liberado de la Ley, vuelve a poner su confianza en ella, estaría reconstruyendo un sistema que Cristo destruyó con su muerte y resurrección.
Pablo declara su identidad en Cristo. Al morir con Cristo, ha sido liberado de la obligación de cumplir la Ley para ganar justicia. Ahora su vida está en Cristo, quien vive en él. Esta es una afirmación teológica clave: el creyente, al ser crucificado con Cristo, experimenta una transformación radical que lo libera de la Ley y lo capacita para vivir en el poder de la fe en Cristo.
Pablo cierra este pasaje con una declaración contundente: si la justicia pudiera obtenerse a través de la Ley, entonces la muerte de Cristo sería innecesaria. Pero dado que la Ley no puede justificar, la gracia de Dios a través de la fe en Cristo es absolutamente esencial. Negar esto sería invalidar el sacrificio de Cristo.
En conclusión, este pasaje subraya el corazón del evangelio de Pablo: la justificación viene por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley. La confrontación entre Pablo y Pedro es un ejemplo de cómo este principio debía defenderse incluso entre los líderes de la iglesia. Para Pablo, comprometerse con las demandas de la Ley no solo era un error teológico, sino una traición al evangelio de la gracia que Cristo trajo con su sacrificio.
Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse.