Como lo describió Lucas, Jesús se acercó más y más a Su obra designada en Jerusalén. En la descripción de Lucas, Jesús no llega a Jerusalén hasta el capítulo 19, pero continúa en el camino. Señor, ¿son pocos los que se salvan? La pregunta parece reflejar un debate que existía entre los judíos en la época de Cristo. Pate, cita a dos rabinos, uno que dijo que todos los judíos serían salvos y otro que dijo que solo unos pocos. Sin embargo, Jesús no sería arrastrado a ese debate. Su única pregunta fue: “¿Tú eres salvo?” Una pregunta de impertinencia o curiosidad, cuya respuesta no puede beneficiar a ningún hombre. La gran pregunta es: ¿puedo ser salvo? La puerta es angosta, se requiere esfuerzo y propósito para entrar en ella. Una puerta angosta también implica que no podemos traer cosas innecesarias. Por lo tanto, debemos esforzarnos (la palabra es, literalmente, “agonizar”) para dejar estas cosas a un lado y entrar. La palabra griega para esforzaros tiene “la idea de una lucha o partido de boxeo”. Muchos llegan a la puerta, pero luego deciden que no les gusta por alguna razón. Es demasiada amplia, es demasiado estrecha, es demasiado lujosa, es demasiada simple. Puedes criticar la puerta todo lo que quieras, pero es una cosa terrible negarse a entrar dentro de ella. Esforzarse a entrar por la puerta angosta no es un llamado para salvarte por buenas obras. Las buenas obras no son la puerta justa. Uno puede esforzarse por entrar toda la vida, pero si no es en la puerta correcta, no hay diferencia. Llegará un tiempo en que será demasiado tarde para entrar; es por eso que uno debe tener urgencia para entrar ahora. Jesús es la puerta. El mundo es un obstáculo. El diablo es un obstáculo. Probablemente, el peor obstáculo es nuestra propia carne. Jesús habló anteriormente de la puerta angosta; aquí Él advirtió sobre la puerta cerrada. “Nuestro Señor mostró que hay límites para la misericordia divina, que habrá quienes no podrán entrar”. Muchos tratarán de entrar (en el sentido de que desean entrar), pero no serán capaces de hacerlo. Cuando la puerta está abierta, está abierta; cuando se cierra, está cerrada.

Al hablar de los excluidos del Reino de Dios, Jesús dijo que estarían en el infierno (el lugar de llanto y el crujir de dientes), y que iban a ver a otros entran en lugar de ellos. Vemos que Jesús no tenía miedo de hablar del infierno, y de hecho lo hizo más que cualquier otro en la Biblia. Hay algunos ministros que nunca mencionan nada sobre el infierno. Jesús le dijo a Su audiencia asombrada que habría muchos de todo el mundo, de muchas naciones, junto con Dios en Su reino. Esto fue un shock para muchos judíos de Su época que se les había enseñado que la salvación era solo para los judíos, y no para los gentiles. Ellos asumieron que el gran Banquete Mesiánico no tendría gentiles, y que todos los judíos estarían allí. Jesús corrigió ambas ideas equivocadas. Estas pocas palabras de Jesús nos dicen algo de cómo es el cielo. Es un lugar de descanso, de buena compañía para sentarse; disfrutar la amistad de Abraham, Isaac y Jacob y todos los profetas. Es un lugar con gente de todo el mundo; del oriente y del occidente, del norte y del sur, todos vendrán al cielo. Un lugar determinado; Jesús dijo que vendrán, y cuando Jesús dice que sucederá, sucederá.

También, les recordó a Sus oyentes judíos que, así como la identidad racial del gentil no era barrera automática para el reino, así también su identidad racial no era garantía del reino. Difícilmente podría haber una declaración más radical del cambio en el plan de salvación de Dios inaugurado por la misión de Jesús. También les recordó que los que están en el reino, o fuera del reino pueden ser diferentes de lo que ellos u otros esperaban. Esto no fue intencionado como una ley universal; Jesús no dijo, “Todos los últimos serán los primeros” o “Todos los primeros serán los últimos”. Sin embargo, algunos serán, y sorprenderá a muchos. Habrá sorpresas en el reino de Dios. Los que son muy prominentes en este mundo pueden tener que ser muy humildes en el próximo; los que nadie nota aquí pueden ser los príncipes del mundo por venir.

No todos los fariseos se opusieron a Jesús. Algunos querían protegerlo de la conspiración de Herodes. Pero Jesús, de hecho, se iría de Galilea, no porque temiera a Herodes sino porque se estaba moviendo de acuerdo a un horario divino. Según algunos la idea de llamar zorra a alguien era describirlo como un “gobernante astuto pero débil”. Fue utilizado como contraste con un animal majestuoso como el león. Para el judío la zorra simbolizaba tres cosas. Primero era considerada como el más astuto de los animales. Segundo, era considerada como el más destructivo de los animales. Tercero, era el símbolo de un hombre inútil e insignificante. Jesús quería que Herodes supiera que continuaría Su obra, incluso hasta su conclusión. Jesús probablemente habló con un poco de ironía. Por supuesto que hubo tiempos en que un profeta murió fuera de Jerusalén, pero había una ironía especial en el hecho de que el Mesías de Israel sería rechazado y ejecutado en Jerusalén. Probablemente, este fue un proverbio entre los judíos, que nuestro Salvador usó y aprobó. Durante muchos años, Jerusalén había sido manchada con la sangre de los profetas.

¡Jerusalén, Jerusalén!: Jesús habló con un sentimiento especial, repitiendo el nombre para dar énfasis y profundidad. Cuando Dios repite un nombre dos veces es para mostrar una emoción profunda, pero no necesariamente ira; como en: Marta, Marta y Saulo, Saulo. Jesús quería proteger, alimentar y cuidar a Su pueblo los judíos, incluso como la madre pájaro protege a los polluelos. La imagen de una gallina (en griego es simplemente “pájaro”) protegiendo a sus crías se utiliza en el Antiguo Testamento para la protección de Dios de su pueblo. Las palabras cuántas veces quise son una indicación sutil de que Lucas sabía que Jesús había visitado Jerusalén muchas veces antes (como se relata claramente en el Evangelio de Juan), a pesar de que solo menciona esta última visita. El problema no era la disponibilidad de Jesús de rescatarlos y protegerlos; el problema era que no lo quisieron. Por lo tanto, la destrucción predicha vendría sobre ellos. Cuando Jesús venga otra vez, el pueblo judío lo recibirá como el Mesías diciendo, “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Tomará mucho para que Israel llegue a ese punto, pero Dios lo hará. Se promete que Israel dará la bienvenida a Jesús, incluso como dijo el apóstol Pablo en Romanos 11:26: Y luego todo Israel será salvo.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.