Cuando los jóvenes hebreos fueron acusados de no adorar la estatua del rey la respuesta del monarca fue: ¿Es verdad? Para su crédito, Nabucodonosor no acepto la acusación de dichos rumores. Él se aseguró de ello en una entrevista personal. Esto era una prueba aún más grande para Sadrac, Mesac y Abed-nego. Una cosa es estar firmes por Dios; pero es algo más grande el permanecer en la firmeza cuando se te apunta y se te dice, “¿Es verdad?” Pedro siguió a Jesús después de Su arresto, pero él se desanimó y negó a Jesús cuando se le preguntó, ¿Es verdad? Nabucodonosor no toleraría el ser desprestigio en una ocasión tan importante. Su orgullo le hizo declarar, “Ustedes no tendrán otros dioses, sino yo.” Nos podemos imaginar la enorme presión en Sadrac, Mesac y Abed-nego para comprometerse. Todo frente a ellos – el rey, el horno, la música, sus compatriotas, sus competidores – todo ello conspiraba para convencerles a que se comprometan. Pero Dios era más real que cualquiera de esas cosas. No juzgues la situación a través de la amenaza del rey y por el calor del horno de fuego ardiendo, sino por medio del Dios eterno y la vida eterna que te espera. No dejes que la flauta, el arpa y salterio te fascinen, pero escucha la música de los glorificados. Los hombres te fruncen el ceño, pero puedes ver que Dios te sonríe, y así no eres conmovido.

Ellos no tenían necesidad de defenderse. Su culpa en el asunto era clara – ellos claramente no se inclinarían hacia esta imagen. Ellos declararon que sabían que Dios podía librarlos. Con esto, los varones judíos mostraron un buen entendimiento y apreciación del gran poder de Dios. De hecho, ellos sabían que Dios era capaz de salvarles de ambos, del horno de fuego ardiendo y de la mano del mismo Nabucodonosor. Ellos sabían del poder de Dios, pero ellos también sabían que ellos debían de hacer lo que era correcto, aún cuando Dios no hiciera exactamente lo que ellos esperaban o creían que Él haría. A menudo nos quejamos sobre nuestros derechos y sobre lo que es justo. Pero es mejor el estar firmes y soportar nuestra dificultad, dejando nuestro destino en las manos de Dios.

Estos hombres permanecieron firmes cuando fueron retados a comer de la porción impura, y vieron como Dios bendijo su obediencia. Eso les dio valentía para obedecer ahora, cuando las estacas estaban más alto. Muchos fracasan en su obediencia porque esperan por la “gran” prueba para su fe antes de que en realidad comiencen a obedecer a Dios. Algunos llenan su vida con muchos pequeños compromisos; y se dicen a si mismos que se mantendrán firmes cuando importe en verdad. Sadrac, Mesac y Abed-nego nos muestran que la obediencia a Dios en las cosas pequeñas son en realidad lo que importa. La declaración de ellos es también notable por lo que no tiene cualquier rastro de una excusa. En un tiempo de prueba como este, es fácil el pensar en mil excusas que parecen el justificar el compromiso. Ellos pudieron haber dicho, “¿No hay nada que podamos ganar al resistirnos; no haríamos mucho más al vivir?” Es fácil el decir, “Debemos vivir,” pero en realidad, todos debemos morir entonces, ¿porqué no morir estando firmes por Dios? Ellos pudieron haber dicho, “Es únicamente una vez, y no por mucho tiempo. Diez minutos, solamente para el rey. Es estúpido el arrojar nuestras vidas por diez minutos.” Estos hombres sabían que diez minutos podrían cambiar una vida entera. Diez minutos puede trazar el curso de tu eternidad. No importa lo valientes que fueron Sadrac, Mesac y Abed-Nego, al enfrentar la ira de un rey que era muy intimidante. Tenemos la idea de que antes de su declaración Nabucodonosor habló amablemente, casi de una manera paternal a estos muchachos rebeldes. Después de escuchar su valiente reto, se demudó el aspecto de su rostro.

A pesar de la intensa intimidación, los varones se mantuvieron con valor en su confesión de fe. Spurgeon elocuentemente describe el horror de aquello que pierden su valor en tales momentos:

“Recuerden también que al ceder hacia el temor te degradas a ti mismo. Llegará un día que el hombre que estaba de Cristo sentirá vergüenza de si mismo: se preguntará donde puede esconder su culpable cabeza. ¡Mírale! ¡Allí esta! ¡El traidor que negó a su Señor! Cristo fue escupido y clavado en la cruz, y este hombre tuvo temor de deberle. Para ganarse la sonrisa de una criada absurda, para escapar las burlas de un compañero grosero, para ganarse unas pocas piezas de plata, para pararse con respeto entre sus prójimos, él le dio la espalda a su redentor y vendió a su Señor; ¿y ahora que se pude decir de él? ¿Quién le puede excusar? Los ángeles le esquivan como un hombre que tuvo vergüenza del Señor de gloria. Él está vestido de vergüenza y de desprecio eterno. Aún los perdidos en el infierno se alejan de él, pues muchos de ellos fueron más honestos que él. ¿Hay un hombre como tal delante de mi? ¡Yo lo convoco en el nombre del Dios vivo para que responda por su cobardía! Que pase hacia enfrente y tome su crimen, y humildemente busque perdón en las manos del Salvador de gracia.” (Spurgeon)

Los ataron de manos y todo fue hecho para asegurarse que estos tres varones hebreos fueran quemados rápida y completamente.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.