Estos hombres mencionados en los primeros versos eran príncipes de Judá, hombres conectados a la familia real de alguna manera. Los aristócratas tenían su propio estatus e intereses que proteger mientras la catástrofe completa de Jerusalén se acercaba. Tal y como el profeta lo había estado haciendo consistentemente a través de su ministerio profético, él le dijo al pueblo que debían rendirse a los babilonios para que pudieran vivir en el exilio y esperar por la promesa de restauración del pueblo de Dios. El verbo “pasarse” probablemente lleva el sentido de “desertar” o “entregarse.” El mensaje de Jeremías parece ser de un traidor y les da a los oficiales buenas bases para arrestar al profeta. El mensaje de Dios a través de Jeremías no cambió. La conquista de Jerusalén era segura.

Los príncipes de Judá le pidieron al rey Sedequías que ejecutara a Jeremías porque su mensaje era malo para la moral de aquellos que defendían Jerusalén. Aparentemente Judá había perdido a varios buenos hombres. Sin duda algunos habían caído en la batalla mientras defendían las murallas de la ciudad. Otros se estaban escapando en las noches de uno en uno o en parejas e iban y se rendían a los babilonios. Esto era exactamente lo opuesto a la verdad. A Jeremías no le gustaba predicar su mensaje de destrucción y catástrofe, pero al hacerlo él sabía que le daba al pueblo de Judá su única oportunidad de sobrevivir en contra de la amenaza babilonia. A veces los siervos de Dios son acusados exactamente de lo opuesto a la verdad. Moisés fue un hombre increíblemente humilde, pero fue acusado de orgullo. Job era un hombre justo, pero fue acusado de grandes pecados por sus amigos. Jesús era el hijo perfecto de Dios y fue acusado de estar poseído por demonios. Acab acusó de crímenes similares a Elías; los judíos a Cristo, y después a Pablo; los perseguidores sobre los cristianos primitivos; los herejes acusan a los ortodoxos, de ser sediciosos, antimonárquicos. Sedequías no tenía el coraje para enfrentarse a los príncipes de Judá y les permitió hacer con Jeremías lo que ellos querían. Ellos lo bajaron a una cisterna, donde Jeremías se hundió en el barro. Él era, por supuesto, un rey marioneta, colocado por Nabucodonosor después del exilio de Joaquín y posiblemente no era aceptado por todos en la nación como el verdadero rey. Sedequías es una demostración más del mal que viene con un carácter débil, y de un mal en el que se puede caer. Él tenía buenos impulsos, pero el no pudo enfrentarse a los malos hombres a su alrededor. La intimidación de los príncipes parece haber paralizado su voluntad. La rendición del rey ante los príncipes fue probablemente la más miserable rendición en la historia bíblica hasta el momento en que Pilato se lavó las manos ante la multitud. Sedequías parece haber sido un alumno de la misma escuela política a la que Poncio Pilato asistió después. Si lo juzgamos, bien podríamos estarnos juzgando a nosotros mismos, porque su debilidad tal vez nunca se hubiera revelado si no hubiera sido lanzado a una posición que estaba más allá de sus capacidades.

La intención de los príncipes era claramente la de matar a Jeremías. Y aun así de la manera más hipócrita, ellos no querían cargar con la culpa de derramar su sangre. Por lo que, en lugar de aventarlo a la cisterna y dejarlo caer, lo que hubiera provocado una herida y sangre que se hubiera derramado, ellos cuidadosamente lo metieron con sogas en la cisterna donde encontraría una muerte lenta por el hambre, la exposición, o enfermedad; pero técnicamente sin derramamiento de sangre. La mayoría de las casas en Jerusalén tenían cisternas privadas para guardar agua recolectada de la lluvia de primavera. Usualmente tenían la forma de peras con pequeñas aberturas en la parte superior, que podrían ser cubiertas si era necesario para prevenir accidentes o la contaminación del agua.

Dios envió a un extranjero, Ebed-Melec hombre etíope para ayudar a Jeremías y para apelar al rey por el bien del profeta. Es posible que Ebed-Melec no fuera un eunuco literal. “Saris no siempre significaba una persona castrada, sino que tenía un significado más amplio, como “oficial” u oficial de la corte. Ebed-Melec era más un hombre de Dios y tenía un corazón más compasivo que la mayoría de los de la clase gobernante. Puede que ni siquiera conozcamos su nombre, ya que “Ebed-Melec” simplemente significa “Siervo del rey.” Lo cual no es un nombre. Incluso si era el verdadero nombre del hombre, solo demuestra que no tenía una identidad propia. El rey Sedequías era un hombre débil, fácilmente influenciado por otros. Cuando los príncipes de Judá demandaron que Jeremías fuera echado en la cisterna, él accedió. Cuando Ebed-Melec pidió que se le liberara, él también accedió. Jeremías estaba cerca de la muerte, así que el rey ordenó que treinta hombres fueran llamados para ayudarle. Que hombre tan valiente era este, para oponérsele a tantos príncipes, y tan potente que ¡El rey mismo no quería molestarlos! Fue el espíritu santo de Dios que puso este deseo en él, y le dio libertad. Ebed-Melec no solo estaba preocupado por salvar a Jeremías, sino que quería hacerlo de la manera más segura y cuidadosa posible. Podemos aprender del hecho que Ebed-melec hizo más en su trabajo que solo salvar a Jeremías, sino que lo hizo de manera cuidadosa y compasiva, sabiendo como las cuerdas solas hubieran cortado las extremidades de un Jeremías medio muerto de hambre. Más adelante veremos que Ebed-Melec recibió la misma recompensa que Jeremías. Cuando Jerusalén cayó, ambos hombres fueron rescatados, porque Dios rescata a todos los que confían en él. Como todos los verdaderos siervos del rey, Ebed-Melec fue salvo por fe. Jeremías fue rescatado de la cisterna, pero permaneció bajo custodia en la prisión.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.