Pablo apela a nuestra voluntad. Dios nos llama a hacer una elección en cuanto a la forma en que vivimos para Él. Es el patrón de Pablo de comenzar una carta con una sección de doctrina fuerte y de seguir con exhortaciones hacia una vida cristiana y les ruega a los cristianos a vivir de cierta manera a la luz de lo que Dios hizo por ellos. Cuando usa este patrón, Pablo está diciendo que la vida cristiana depende de las grandes doctrinas cristianas. Además, nos recuerda que hacemos esto debido a la misericordia que Dios nos mostró, y que solamente tenemos la habilidad de ofrecernos a Dios mientras Él obra Su misericordia en nosotros. Mientras que los paganos son propensos al sacrificio para obtener misericordia, la fe bíblica enseña que la misericordia divina proporciona el fundamento del sacrificio como la respuesta apropiada.
Conectado con la idea de un sacrificio vivo, esto nos da a pensar en el servicio sacerdotal. Hablando espiritualmente, nuestros cuerpos son traídos al altar de Dios. Es mejor ver el cuerpo aquí como una referencia a todo nuestro ser. Lo que sea que digamos acerca de nuestro espíritu, alma, carne y mente, sabemos que cada uno vive en nuestros cuerpos. Cuando entregamos el cuerpo a Dios, el alma y el espíritu van con él. Presentar nuestros cuerpos significa que Dios te quiere a ti, no solo tu trabajo. Puedes hacer todo tipo de trabajo para Dios, pero nunca ofrecerte a ti mismo. La apelación previa a la voluntad significa que ella debe ser maestro sobre el cuerpo. El cuerpo es un siervo maravilloso, pero un amo terrible. Manteniéndolo en el altar de Dios como un sacrificio vivo mantiene al cuerpo donde debe estar. Cuando ofrecemos nuestro cuerpo, Dios espera que sea un sacrificio santo y aceptable. El sacrificio de un animal era un culto racional, pero solo para el que traía el sacrificio, no para el sacrificio en sí. Bajo el Nuevo Pacto tenemos misericordias más grandes, así que es racional ofrecer un sacrificio más grande. No conformarnos a este siglo nos advierte que el “sistema del mundo” -la cultura popular y la manera de pensar que está en rebelión contra Dios- tratará de conformarnos a su patrón impío, y ese proceso debe ser resistido. Yo no quiero conformarme a este mundo. Yo quiero ser transformado. ¿Cómo lo hago? Por medio de la renovación del entendimiento. El problema con muchos cristianos es que ellos viven basados en sentimientos, o solo les importa el hacer. La vida basada en sentimientos dice: “¿Cómo me siento hoy? ¿Cómo me siento en cuanto a mi trabajo? ¿Cómo me siento en cuanto a mi esposa? ¿Cómo me siento en cuanto a la adoración? ¿Cómo me siento en cuanto al predicador?” Esta vida de sentimientos nunca conocerá el poder transformador de Dios, porque ignora la renovación de la mente. Dios nunca está en contra de los principios de sentir y hacer. Él es un Dios de sentimientos poderosos y apasionados y nos ordena a ser hacedores. Sin embargo, los sentimientos y las acciones son fundamentos insuficientes para la vida cristiana. La primera pregunta no puede ser “¿Cómo me siento?” o “¿Qué puedo hacer?” Más bien, debe ser “¿Qué es verdad aquí?” “¿Qué dice la Palabra de Dios?”. Transformarnos: Es la antigua palabra griega “metamorphoo”, la cual describe una metamorfosis. La misma palabra es utilizada para describir la transfiguración de Jesús, para Pablo, esta transformación y renovación de nuestras mentes sucede mientras vemos el rostro de Dios, pasando tiempo en Su gloria. A medida que somos transformados en el interior, la prueba es evidente en el exterior, otros pueden ver la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta por medio de nuestra vida.
Aquí Pablo cambia de rumbo. Ahora hablará acerca de cómo debemos ejercer los dones espirituales en el cuerpo de Cristo; pero primero es necesario una advertencia sobre la humildad, dado el orgullo que muy a menudo surge de aquellos que se consideran dotados espiritualmente. Debemos recordar que la dotación espiritual no es lo mismo que la madurez espiritual. Solo porque una persona tiene dones espirituales substanciales no significa que sean necesariamente maduros espiritualmente o ejemplos dignos de imitar. Pablo no nos aconseja a tener una actitud que encuentra placer en la humillación o la degradación. Más bien, la idea es que veamos la verdad en cuanto a nosotros mismos y vivamos a la luz de ella. Cuando nos vemos como realmente somos, es imposible entregarnos al orgullo. Debemos ver hasta a nuestra fe salvadora como un regalo de Dios, y que no tenemos ningún fundamento de orgullo u opinión superior de nosotros mismos.
La iglesia es un todo unificado (un cuerpo), pero somos distintos dentro de ese cuerpo los unos de los otros. En el cuerpo de Cristo hay unidad, pero no uniformidad. Erramos cuando despreciamos cualquiera de estos aspectos; la unidad nunca debe promoverse a expensas de la individualidad, y la individualidad nunca debe despreciar la unidad esencial de la iglesia en Cristo; Él es nuestro terreno común, somos un cuerpo en Cristo. La diferencia y distribución de los dones es según la gracia que nos es dada. Los dones espirituales no se dan según el mérito, sino porque Dios elige darlos. Esta idea se relata en la antigua palabra griega para “dones espirituales”: “charismata”, la cual significa un don de gracia. Aparentemente, este término fue acuñado por Pablo para enfatizar que el dar de estos dones espirituales era todo por gracia y dados a discreción del Espíritu Santo. El saber esto debería ser una barrera insuperable para el orgullo al ejercer los dones espirituales. Dios puede darnos algo para decir a un individuo o cuerpo de iglesia que extienda nuestra fe. Si no podemos profetizar en fe y en confiar que Dios en verdad nos ha hablado, entonces no deberíamos hacerlo. Se nos recuerda que la profecía, en el entendimiento bíblico, no es necesariamente el “predecir” en un sentido estrictamente de futuro. Es más exactamente el “revelar” el corazón y la mente de Dios, el cual puede incluir o no un aspecto predictivo. Conforme a la medida de la fe, puede estar advirtiendo que la profecía debe ser acorde a la fe y a la doctrina aceptada entre los creyentes. El Servicio por su parte, tiene a la vista la imagen más amplia de simplemente servir en maneras prácticas. Pablo también ve esto como un ministerio importante del Espíritu Santo. La enseñanza tiene en mente instrucción, mientras que exhortación anima a las personas a practicar lo que se les ha enseñado; ambas son necesarias para una vida cristiana sana. El repartir se refiere a alguien que es un canal por medio del cual Dios provee recursos a Su cuerpo. Este es un don espiritual importante que debe ejercerse con liberalidad. Cuando alguien llamado y dotado para repartir deja de dar liberalmente, a menudo verá que sus recursos desvanecerán, olvidando porqué Dios los ha bendecido. El que preside debe mostrar solicitud. Es fácil que los líderes se desanimen y sientan ganas de rendirse, pero deben de perseverar si quieren agradar a Dios por su liderazgo. El que hace misericordia debe tener alegría. Puede ser bastante difícil mostrar misericordia, pero aún más difícil ser alegre al mostrarla. Esto nos recuerda que el don de mostrar misericordia es un don sobrenatural del Espíritu Santo.
Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.