Mateo 24 terminó con una parábola que llevaba la intención de enfatizar la idea de la preparación para la venida de Jesús. Mateo 25 comienza con otra parábola bajo el mismo principio. Había tres etapas para una boda judía en aquel entonces. La primera era el compromiso: un acuerdo formal hecho por los padres. La segunda era el desposorio: la ceremonia donde se hacían compromisos mutuos. La tercera era el matrimonio: aproximadamente un año después, cuando el esposo llegaba en un momento inesperado por su novia. Cuando llegaba el esposo, las damas, que atendían a la novia, salían a recibirlo, con lámparas iluminadas, para guiarlo a él y a sus compañeros a la casa de la que iba a ser la esposa. Algunos preguntan por qué Jesús describió diez vírgenes y no otro número. Según informes, las autoridades talmúdicas dijeron que usualmente había diez lámparas en una procesión nupcial. Era un tamaño común de una fiesta de bodas. El punto no es la virginidad de estas diez jóvenes, la cual es asumida, sino simplemente que ellas son diez (un número redondeado favorito…) solteras invitadas a la boda. En esta parábola, las primeras dos etapas ya habían tomado lugar. Ahora, las diez vírgenes esperan la llegada del esposo por la novia.

Cinco de ellas eran prudentes y estaban preparadas para el esposo. Y cinco insensatas no estaban preparadas. Insensatas, prudentes, no buenas y malas, sino prudentes e insensatas, pensativa y irreflexiva. Las diez vírgenes durmieron, porque el esposo estaba tardándose. En esta parábola, ambas durmieron; pero las prudentes estaban preparadas para actuar de inmediato cuando fueran despertadas inesperadamente. Las insensatas no lo estaban. Todas están esperando para escoltar al esposo en procesión festiva, probablemente en la última etapa de las ceremonias mientras lleva a su esposa a casa para el banquete de boda. Las cinco vírgenes insensatas parecían estar preparadas para el esposo, porque tenían su lámpara a la mano. Pero realmente no lo estaban, porque no tomaron consigo aceite. Aparentemente es una procesión de antorchas, las lámparas eran antorchas de trapos empapados de aceite envueltos en un palo, en lugar de lámparas de pie, la palabra usada aquí regularmente significa; antorcha.

Las vírgenes prudentes tenían un suministro extra de aceite. En una hora inesperada el esposo vino para la boda. La corte nupcial (todas aquellas vírgenes) inmediatamente empezaron a preparar sus lámparas para prenderlas. Esta es una advertencia dirigida específicamente a aquellos dentro de la iglesia que profesan que no deben asumir que su futuro está incondicionalmente asegurado; las diez esperan estar en el banquete, y hasta que llegue el momento no hay diferencia aparente entre ellas: es la crisis que separará los preparados de los no preparados.

En muchos pasajes bíblicos, el aceite es un emblema del Espíritu Santo. Sin aceite, los que iban a la fiesta no estarían preparados para recibir al esposo. Sin el Espíritu Santo, nadie está listo para el regreso de Jesús. El aceite de olivo es una buena representación del Espíritu Santo por muchas razones. El aceite lubrica cuando se usa para ese propósito; hay poca fricción y desgaste entre los que están lubricados por el Espíritu de Dios. El aceite sana y fue usado como tratamiento médico en tiempos bíblicos, el Espíritu de Dios trae sanidad y restauración. El aceite alumbra cuando se quema en una lámpara; donde está el Espíritu de Dios hay luz. El aceite calienta cuando se usa como combustible para una llama; donde el Espíritu de Dios está, hay calor y confort. El aceite vigoriza cuando se usa para masajear; el Espíritu Santo nos vigoriza para su servicio. El aceite adorna cuando se aplica como perfume; el Espíritu Santo nos adorna y nos hace más agradable a los que nos rodean. El aceite pule cuando se usa para bruñir metal; el Espíritu Santo nos limpia de mugre y nos alisa nuestras asperidades. Nadie puede ser un verdadero cristiano sin el Espíritu Santo que mora en él, como dice Romanos 8:9: Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. En esta parábola Jesús probablemente no quiso dar a entender una separación entre los cristianos que están “llenos del Espíritu” y los que no están “llenos del Espíritu”; es probable que la distinción sea entre cristianos verdaderos y falsos creyentes. Sin embargo, una clave para ser un cristiano preparado es estar constantemente siendo llenado por el Espíritu Santo. Mucha de la debilidad, la derrota y el letargo en nuestras vidas espirituales puede explicarse si no estamos siendo constantemente llenos del Espíritu Santo.

El castigo fue severo para las vírgenes insensatas. No se les permitió ir a la boda, y se cerró la puerta contra ellas en los términos más fuertes. El apelo de las muchachas y la respuesta del esposo nos hacen recordar las palabras escalofriantes de Mateo 7:22-23; aquí, como allí, no os conozco es una fórmula decisiva de rechazo, más que una mera declaración de hecho. Una vez cerrada esa puerta, nunca será abierta. Hay algunos que esperan y sueñan que se abrirá esa puerta, después de la muerte, para aquellos que han muerto sin arrepentirse; pero no hay nada en las Escrituras que apoye tal expectativa. Cualquier esperanza más allá que la que es revelada en la palabra de Dios es una ilusión y una trampa. El propósito de esta parábola es sencillo: ¿estás preparado? El precio por no estar listo es demasiado alto.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.