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Jesús es interrogado por los líderes religiosos cuando regresa al templo. En su visita anterior un día antes, Jesús expulsó a los cambistas y a los mercaderes de los patios del templo. Ahora regresó a enseñar, sin miedo de los líderes religiosos. Cuando pensamos en las cosas extraordinarias que Jesús había estado haciendo, no podemos sorprendernos de que las autoridades judías le preguntaran qué derecho tenía para hacerlas. Los líderes religiosos plantearon la cuestión de la autoridad de Jesús, y él respondió planteando la cuestión de su competencia para juzgar tal asunto. Su habilidad para juzgar a Juan el Bautista y su ministerio era una medida de su habilidad para juzgar a Jesús también (El bautismo de Juan, ¿de dónde era?) Su pregunta es mucho más profunda. Si las autoridades religiosas la respondían correctamente, ya tendrían una respuesta correcta para su propia pregunta. De ahí, hoy en día esas preguntas papistas a los profesores de la verdad: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Dónde obtuviste tu llamado, tu ordenación? ¿Dónde estaba tu religión antes de Lutero? La cual fue bien respondida por uno una vez: En la Biblia, donde la tuya nunca estuvo. Ellos solo respondieron, no sabemos, después de calcular cuidadosamente las implicaciones políticas de ambas respuestas. No parecían interesados en responder honestamente la pregunta, solo ingeniosamente. Esto mostraba que estaban más interesados en las opiniones de la multitud que en la voluntad de Dios, así que Jesús no les respondió la pregunta de ellos. No podían decir: Del hombre, porque eran cobardes. No dirían: Del cielo, porque eran hipócritas.

Jesús amable y compasivamente suplió las necesidades de la multitud sufrida, como se demuestra en Mateo 21:14. Pero Jesús no mostró mucha paciencia para con esos que arrogantemente lo cuestionaron y esperaban atraparlo en sus propias palabras. Jesús nunca cayó en su trampa. Inmediatamente pasó a contar una parábola como era costumbre hacerlo. Esta parábola nos muestra dos tipos diferentes de hijos. Ambos estaban en la misma casa, y podríamos decir que el padre tenía derecho a los servicios de sus dos hijos. Tal vez ellos deseaban que el padre los dejara en paz, pero no lo hizo. Era bueno y correcto que el padre esperara que sus hijos trabajaran para él. El padre le dice a su hijo: ve hoy a trabajar en mi viña: Hay mucho que ver en estas simples palabras del padre al hijo. El padre le habló a su hijo individualmente; no habló con ambos hijos juntos. Aunque se les hizo la misma invitación a ambos después de ello se le acercó al otro, le dijo de la misma manera, era un llamado individual a trabajar. El padre apeló primero a él como hijo. El muchacho sabiéndose hijo de su padre debió haber estado dispuesto a hacer su voluntad. El padre le pidió al primer hijo que trabajara; que participaran juntos en el negocio familiar, que trabajara hoy, no en algún tiempo distante, que trabajara en la viña que le pertenecía al padre, por lo que debería haberle importado al hijo. El primer hijo se negó a trabajar para su padre. No quería someterse a la voluntad de su padre. Sin embargo, después, arrepentido, fue. Respondió mal, pero hizo bien.

El segundo hijo respondió lo correcto y lo hizo con respeto (señor), pero no hizo lo que dijo que haría. Hay muchos asistentes de iglesias que imitan al segundo hijo. Admiten que la palabra de Dios es verdad, tienen la intención de tomarla en serio algún día, hablan de hacer la obra del Padre, mantienen la apariencia externa de religión, pero sus corazones no están bien con Dios, piensan que las palabras y las promesas son suficientes. El caso del segundo hijo es peligroso, porque es mentirle al Espíritu Santo; es peligroso, porque endurece la conciencia. La pregunta es: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? El punto de esta parábola es claro. Lo que importa es vivir para Dios, no decir las palabras correctas. Los líderes religiosos eran buenos para hablar como justos, pero sus tercos corazones impenitentes mostraban que los pecadores arrepentidos iban delante de ellos al reino de Dios.

El impacto de la declaración de Jesús solo puede apreciarse cuando se tiene en cuenta la baja estima en la que se tenía a los recaudadores de impuestos, sin mencionar a las prostitutas. Estos religiosos orgullosos deberían haberse arrepentido con mayor razón cuando vieron a los pecadores notorios arrepentirse, pero no lo hicieron. Y se fueron aún más ofendidos porque Jesús les dijo que las prostitutas y recaudadores de impuestos iban delante de ellos al reino.

Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse.

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