Mateo presenta su tema en el primer versículo: Jesús es el cumplimiento de la profecía y de la expectativa de Israel. Así Mateo empieza su relato de la vida de Jesucristo. Como un cobrador de impuestos que había sido antes, Mateo estaba calificado para escribir un relato de la vida y las enseñanzas de Jesús. Un cobrador de impuestos de aquel día debía saber griego y ser un hombre alfabetizado y bien organizado. Algunos creen que Mateo era el “cronista” entre los discípulos y que tomaba notas de las enseñanzas de Jesús. Podríamos decir que cuando Mateo siguió a Jesús, dejó todo atrás, menos su papel y pluma. Mateo noblemente usó sus destrezas literarias para ser el primer hombre en compilar un relato de las enseñanzas de Jesús.
Hijo de David, hijo de Abraham: En esta descripción para explicar el linaje de Jesús, Mateo lo conecta clara y fuertemente a unos de los hombres más grandes de la historia del Antiguo Testamento. Aunque la mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento creen que el evangelio de Mateo no fue el primero de los cuatro en escribirse, está correctamente ubicado como el primer libro del Nuevo Testamento. Hay muchas razones por las cuales Mateo debe ser el primero en el orden de los evangelios. Los primeros cristianos vieron correctamente el evangelio de Mateo como importante porque tiene algunas partes significativas de la enseñanza de Jesús que no están incluidas en los otros evangelios, como una versión más completa del sermón del monte. Entre los evangelios más similares (Mateo, Marcos, y Lucas) era el único cuyo autor era un apóstol. De hecho, el evangelio de Mateo era mucho más citado en los escritos cristianos del segundo siglo cristiano que cualquier otro.
El sabor judío del evangelio de Mateo hace una transición lógica entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por estas razones, la iglesia primitiva lo puso primero en orden entre los cuatro relatos del evangelio. El carácter judío de este evangelio es evidente de muchas maneras. Hay muchas indicaciones de que Mateo esperaba que sus lectores estuvieran familiarizados con la cultura judía. Mateo se refiere frecuentemente a Jesús como “el hijo de David”. Mateo usa la frase más judía “reino de los cielos” en vez del “reino de Dios”. A lo largo de sus escritos, Mateo presenta a Jesús como el rey Mesías prometido del linaje real de David (2 Samuel 7:12-16). Mateo no solo relaciona Jesús con David, pero también más atrás con Abraham. Jesús es de la semilla de Abraham en quien serán benditas todas las familias de la tierra (Génesis 12:3). La genealogía establece el reclamo de Jesús al trono de David por medio de su padre adoptivo José. Este no es el linaje de sangre de Jesús a través de María, sino el linaje legal de Jesús a través de José. El evangelio de Lucas provee el linaje de sangre de Jesús a través de María. A los judíos les importaban mucho las genealogías, y para los cristianos judíos el Mesianismo de Jesús dependía de la comprobación de que era un descendiente de David. Hay unos verdaderos problemas al ordenar los detalles de esta genealogía y en conciliar algunos de los puntos con el récord de Lucas y los que se encuentran en el Antiguo Testamento. Debemos recordar las advertencias de Pablo de no prestar atención a las genealogías y no discutir sobre ellas (1 Timoteo 1:4 y 6:4; Tito 3:9). Si los oponentes judíos de Jesús hubieran podido demostrar que Él no descendía de David, habrían descalificado su reclamación de ser el Mesías; pero no lo hicieron y no pudieron.
Con una o dos excepciones, estos son los nombres de personas con poca o ninguna importancia. Los últimos eran personas completamente insignificantes. Tamar, Rahab, Rut y la que fue mujer de Urías: Esta genealogía es notable por la presencia inusual de cuatro mujeres. Era poco común que las mujeres se mencionaran en las genealogías antiguas, y las cuatro mencionadas aquí son dignas de mención especial como ejemplos de la gracia de Dios. Ellas muestran cómo Dios puede tomar personas improbables y usarlas de gran manera. Tamar: Ella se vendió de prostituta a su suegro Judá para dar a luz a Farez y Zara (Génesis 38). Rahab: Ella era una prostituta gentil, para quien Dios tomó medidas extraordinarias para salvarla de juicio y de su vida de prostitución (Josué 2; 6:22-23). Rut: Ella era de Moab, una gentil y hasta su conversión, fuera del pacto de Israel (Rut 1). La que fue mujer de Urías: Betsabé (quien se menciona implícitamente en Mateo 1:6) era una adultera, infame por su pecado con David (2 Samuel 11). La manera peculiar de Mateo de referirse a ella, “mujer de Urías”, puede ser un intento de enfocarse en el hecho de que Urías no era israelita sino un hitita. Estas cuatro mujeres tienen un lugar importante en la genealogía de Jesús para demostrar que Jesucristo no era de la realeza según la percepción humana, en el sentido de que no vino de antecedentes aristocráticos. Hombres y mujeres, notorios por su carácter malvado, se encuentran en la línea directa de su descendencia. Esto se permitió, para que Él representara completamente a nuestra raza caída. Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo: Mateo quería hacer claro que José no era el padre de Jesús; sino que era marido de María. Esta nueva fraseología deja en claro que Mateo no considera a Jesús como el hijo físico de José. La genealogía está claramente destinada a ser de ascendencia legal de Jesús, no de su descendencia física.
Cada genealogía es igual en cuanto al linaje de Adán (o Abraham) hasta David. Pero cuando llegan a David, las dos genealogías se separan. Si recordamos la lista de los hijos de David en 2 Samuel 5 vemos que Satanás enfocó su atención en los descendientes del linaje real a través de Salomón, y esta es una estrategia razonable. Según Mateo 1:6, el linaje de José pasó por Salomón (y por lo tanto Joacim, el que había sido maldito). Jesús era el hijo legal de José, pero no era su hijo de sangre, así que la maldición sobre Joacim no le afectó. José no contribuyó nada a la “sangre” de Jesús, pero sí contribuyó su posición legal como descendiente del linaje real a Jesús. El linaje de María –el linaje de sangre de Jesús– no pasó a través de Salomón, pero a través de otro hijo de David, llamado Natán (Lucas 3:31). Por lo tanto, María no era parte de aquella maldición sobre la línea de sangre de Joacim.
Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.