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Esta no era una sorpresa para los discípulos. Incluso si Jesús no les hubiera dicho específicamente, su movimiento hacia el sur desde Galilea alrededor del tiempo de la Pascua hizo que fuera fácil entender que Jesús y los discípulos estarían en Jerusalén para la Pascua. Al decir “todas las cosas”, Jesús enfatizó los aspectos acerca del Hijo del Hombre que eran comúnmente olvidados y pasados por alto por los judíos de su época: que el Mesías sufriría y moriría como un siervo cargador del pecado. Jesús les recordó a sus discípulos que se acercaba su sufrimiento y muerte, enfatizando la vergüenza y humillación que Él soportaría. Al decir que será entregado, hablaba de la traición de Judas; uno de sus propios discípulos lo entregaría en las manos de los líderes religiosos por dinero. Ciertamente, Jesús no organizó su propia traición, sin embargo, dijo confiadamente que sucedería.

Jesús predijo la humillación y la burla asociadas con Su agonía venidera, que a nivel humano no pudo arreglar. Le arrancaron el cabello, golpearon sus mejillas, le escupieron en el rostro. El escarnio no podía ir más lejos. Fue un desprecio cruel, cortante y maldito. El latigazo penetrante y brutal era una agonía y humillación para soportar. El sufrimiento no terminaría con humillación y una severa golpiza. Continuaría hasta la muerte de Jesús.
En conjunto, la imagen completa es una de gran sufrimiento. Sufrimiento por la traición de un amigo, por la injusticia, por el insulto y la humillación deliberada, por el dolor físico. Jesús les dijo triunfalmente a sus discípulos que la historia no terminaría con su sufrimiento, humillación y muerte. Él resucitará en gloria. Esto era algo sobre lo que Jesús no tenía control aparente. Sin embargo, con confianza les dijo a Sus discípulos que esto pasaría. Ellos escucharon las palabras directamente de la boca de Jesús, y vieron la expresión en Su rostro, y aun así no entendieron, porque esta palabra les era encubierta. No podían ver ni entender la verdad hasta que Dios le abrió sus ojos.

Tal vez Dios no le abrió sus ojos a esta verdad porque aún no eran capaces de manejarla. Si realmente supieran lo que le iba a pasar a Jesús, y cuán diferente sería de sus propias concepciones de viajar con el Mesías hacia la gloria, pudrían haberse rendido en ese momento. Solo un tiempo después… los rabinos judíos parecen haber enseñado que habría un Mesías sufriente
Uno de los caminos más transitados de Galilea a Jerusalén pasó por Jericó. Cuando Jesús vino a esta antigua ciudad, Él no estaba lejos de Jerusalén y del destino que lo esperaba allí. Marcos 10 dice que el ciego se llamaba Bartimeo, el hijo de Timeo. El hombre ciego no podía ver a Jesús, pero podía escucharlo, así que, al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. En lugar de darse por vencido porque no podía buscar a Jesús a través de la vista, él buscó a Jesús de la manera que podía: escuchándolo. En los Evangelios de Mateo (20:29) y Marcos (10:46), este milagro se dice haber ocurrido mientras Jesús y la multitud salían de Jericó. La aparente contradicción en Lucas se entiende a la luz de la arqueología, descubrió que para la época de Jesús había ya dos ciudades de Jericó: la ciudad antigua y la ciudad romana más nueva. El milagro ocurrió entre estas dos ciudades de Jericó, saliendo de una y entrando a la otra. El hombre escuchó que Jesús pasaba, y estaba desesperado por llamar la atención de Jesús. No se avergonzaría y no sería callado. Sabía que Jesús era el hijo de David, el Mesías, y seguía gritando por su misericordia.

El ciego dio un grito ordinario para llamar la atención. El grito instintivo de emoción ingobernable, un grito, casi animal. El ciego sabía que necesitaba misericordia de Jesús. Él no creía que Dios le debía algo; él quería misericordia. Nada podía detener a Jesús en su viaje a Jerusalén; pero aquí se detuvo para responder a una persistente súplica de misericordia. ¿Qué quieres que te haga? Esta es una pregunta maravillosa y simple que Dios no ha dejado de hacer. En ocasiones nos marchamos sin nada cuando Dios quería darnos algo simplemente porque no contestamos esta pregunta, como dijo Santiago: y no tienes… porque no pides. Jesús hizo esta pregunta con pleno conocimiento de que este hombre estaba ciego. Él sabía lo que el hombre necesitaba y quería, pero Dios comoquiera quiere que le digamos nuestras necesidades como una constante expresión de nuestra confianza y dependencia en Él.

El ciego, por su parte, sabía cómo someterse a Jesús: él llamó a Jesús “Señor” y pidió que reciba la vista. Jesús le concedió al hombre su petición y lo sanó de su ceguera. Jesús conectó la sanidad del hombre con la fe del hombre. Hubo muchos aspectos notables de la fe de este hombre que lo prepararon para recibir de Jesús. Fue la fe que quería a Jesús, la que sabía quién era Jesús, la que le pudo decir a Jesús lo que deseaba, la que pudo llamar a Jesús Señor.

El ciego, ahora sano y salvo, empezó a seguir a Jesús. El camino de Jesús se convirtió en su camino. Esto era especialmente significativo teniendo en cuenta que Jesús iba de camino a Jerusalén a morir.

Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse.

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