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Al hablar a un gran número de personas, Jesús les retaba fuertemente en lo concerniente al discipulado y al compromiso. Su fuerte reto no alejó a la gente; los atrajo a Jesús. Este, uno de los capítulos más amados de la Biblia, está compuesto de parábolas dichas en respuesta a la acusación de los fariseos: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Los líderes religiosos de los días de Jesús dividieron a la humanidad en dos clases: los impíos y los justos. Decidieron vivir, tanto como fuera posible, en completa separación de los impíos. Algunos rabinos de los días de Jesús tomaron esta idea tan en serio que se negaron a enseñar la palabra de Dios a los impíos.

Estas parábolas fueron dichas a los fariseos y los escribas, pero a oídos de una multitud de publicanos y pecadores quienes se acercaban para oír al Maestro. No es extraño que una oveja se pierda o que el pastor saliera a buscarla. Sí parece extraño que el pastor pusiera en peligro el 99% de su rebaño por el bien del 1%. O estaba asumida la seguridad del 99%, o el punto de esta parábola es en el regocijo, no en la negligencia del 99% por el bien del 1%. Ninguna criatura se pierde más fácilmente que una oveja; ninguna es más distraída; y ninguna tan incapaz de encontrar su camino de regreso al rebaño, una vez que se pierde: gemirá por el rebaño, y seguirá corriendo en la dirección opuesta de la que se encuentra el rebaño. La oveja perdida nunca se salvará a sí misma, o encontrará al pastor por sí misma. Si el pastor no pone manos a la obra, la oveja está condenada.

Muchos rabinos de esa época creían que Dios recibía al pecador que venía a Él correctamente. Pero en la parábola del pastor y la oveja, Jesús enseña que es Dios quien activamente busca al perdido. Él no recibe a los perdidos a regañadientes; al contrario, sale en búsqueda de ellos. Dios encuentra al pecador más de lo que el pecador encuentra a Dios. Un gran erudito judío ha admitido que esto era la única cosa absolutamente nueva que Jesús enseñó a los hombres acerca de Dios, que Jesús realmente buscó a los hombres. Cuando Jesús encuentra a su pueblo Él también lo carga sobre sus hombros. Pablo dice que: Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. (Romanos 5:6) El énfasis de esta parábola no está en la proporción, sino en el gozo de encontrar al perdido. Este fue el error de los escribas y fariseos que se quejaron. No estaban gozosos cuando los publicanos y los pecadores se acercaron a Jesús.

Aunque la oveja no hace nada para rescatarse a sí misma o arrepentirse, Jesús menciona la necesidad del arrepentimiento en las últimas palabras de esta breve historia. Es casi como si dijera: “la oveja no se arrepiente, pero ustedes deben hacerlo cuando Dios los encuentre”. Si el pastor estaba interesado en una de cien, tiene sentido que la mujer de la siguiente parábola, esté interesada en una de diez. No simplemente contaba la moneda como perdida y no le importaba más. Bruce sugirió la posibilidad que esta moneda estaba junto con varias más en una cadena de plata que se usaba alrededor de la cabeza como una señal de que la mujer estaba casada. Era un adorno preciado para la mujer e hizo que la pérdida se sintiera aún más fuerte. En un sentido, los perdidos pertenecen a Dios, lo sepan o no. La moneda de plata estaba extraviada, pero aún tenía dueño. Observe que la mujer llama el dinero: la dracma que había perdido. Cuando perdió su posesión no perdió su derecho sobre ella; no pasó a ser de alguien más cuando se resbaló de su mano y cayó al suelo. La mujer en la historia primero trajo la luz; después barrió y limpió la casa, todo el tiempo buscando la moneda con diligencia y con intento deliberado. Siguió buscando hasta encontrar la moneda.

Así es como la iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, buscará almas perdidas. Primero lleva la lámpara que es la palabra de Dios, después barre y limpia su propio lugar, luego busca con diligencia a los perdidos. Una de las primeras cosas que nos llama poderosamente es el valor de las almas individuales. Fue una sola oveja que el pastor fue a buscar. Fue por una sola moneda que la mujer buscó en su casa. Cuando finalmente se encontró la moneda, la mujer estaba naturalmente feliz. De la misma manera, Dios está feliz cuando los pecadores se arrepienten, en contraste con los líderes religiosos que murmuraban cuando los publicanos y los pecadores se acercaron a Jesús para escucharle.

No pensamos muy seguido en Dios regocijándose, pero este pasaje nos dice que lo hace, y en cuáles circunstancias. Como dice el profeta: Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. Sofonías 3:17. Según Barclay, muchas de las personas religiosas de los días de Jesús creían cosas diferentes e incluso tenían un dicho que decía: “Habrá gozo en el cielo por un pecador que sea destruido ante Dios”. Los cristianos de hoy en día deben tener cuidado de no dar la misma impresión, especialmente en su constante y apropiado celo de hablar en contra de los pecados populares de la cultura. A las monedas perdidas les resulta imposible arrepentirse, así que Jesús agregó esto para que tanto los líderes religiosos como los pecadores que lo escucharon supieran que el arrepentimiento es importante para los perdidos.

Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse.

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