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Casi como un entrenador o un oficial militar, el autor les dice a sus compañeros seguidores de Jesús que se animen y se mantengan activos. Les había dado muchas razones para ser fortalecidos en el Señor y deshacerse del desánimo, había llegado el tiempo de hacerlo. Las imágenes aquí (manos y rodillas levantadas, pies “hacia adelante”) hablan de la disposición para trabajar y moverse por Jesús y su reino. Esta disposición es la primera en irse cuando uno se rinde ante el desánimo.

El asunto es arreglar las cosas tanto con los hombres como con Dios y así vivir en santidad. El desánimo nos hace descuidados y despreocupados por la santidad y las relaciones personales. La falta de santidad es un obstáculo crítico para una relación íntima con Dios. Los cristianos impíos son la plaga de la iglesia. Son manchas en nuestras fiestas de caridad. Como piedras escondidas, son el terror de los navegantes. Es difícil mantenerse alejado de ellos: y no se sabe qué accidentes pueden causar.

Al mismo tiempo, esta santidad es cosa de crecimiento. Puede estar en el alma como un grano de mostaza, no desarrollado; puede estar en el corazón como un deseo, en lugar de algo que se haya realizado plenamente, un gemido, un jadeo, un anhelo, un esfuerzo.

Spurgeon nos dijo que: Hay cuatro tipos de personas que tratan de vivir sin santidad:

·El fariseo: Confiado en ceremonias externas en vez de verdadera santidad.
·El moralista: No siente necesidad de santidad porque su vida es muy buena.
·El experimentador: Toda su vida cristiana se vive hacia adentro, nunca mirando hacia la conducta externa, sino solo hacia los sentimientos.
·El opinionista: Su vida cristiana se trata de creer en las doctrinas correctas y no se preocupa por la forma en que uno vive.

Debemos vivir correctamente con respecto a la gracia de Dios. Esto significa buscar diligentemente el cuidarnos tanto a nosotros mismos como a los demás de regresar al legalismo, ya sea en una forma externa o en una actitud interna que nos impida alcanzar la gracia de Dios. Una raíz de amargura es una raíz que da fruto amargo. Así que es posible que una semilla de amargura sea sembrada en una comunidad y, aunque no haya fruto inmediato aparente, con el tiempo aparece el fruto inevitable.  La amargura corrompe a muchos, arraigada en un sentido de dolor personal, y muchos se aferran a esa amargura con una increíble terquedad. Lo que deben hacer es recordar la gracia que Dios les extendió y empezar a extender esa gracia a otros: amando a los que no lo merecen.

William Barclay escribió que la frase, “deje de alcanzar la gracia de Dios” también puede traducirse como quedarse atrás de la gracia de Dios. La idea es que la gracia de Dios sigue adelante, mas allá del dolor y el sufrir del pasado. Nosotros también debemos seguir adelante. Debemos hacer lo correcto con respecto a nuestra conducta moral. Recuerda que hay bendiciones reservadas solo para los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

La palabra profano: “Proviene de las palabras latinas pro-fanum. O fuera de cada templo. Había un área de tierra abierta a todos, donde la gente se reunía, un lugar abierto sin cercado. En contraste con esto estaba el recinto sagrado del templo. Esaú no tuvo un recinto sagrado en su vida, y en este sentido era un hombre puramente secular”.

Muchos cristianos hoy en día venden su derecho a la intimidad con Dios tan barata como Esaú vendió su primogenitura. No es cuestión de perdón. El perdón de Dios siempre existe para el penitente. Esaú pudo haber regresado a Dios. Pero no pudo deshacer su acción. Luego cuando Esaú buscó la bendición, fue desechado por su padre Isaac. La primogenitura de Esaú no fue restaurada solo porque deseó recuperarla. Nunca podría ser recuperada porque la menospreció.

Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse.

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