Les tomó tres meses de confiar en Dios para llegar a Sinaí, pero al fin llegaron. Ellos vieron la liberación de Egipto, recibieron Su guía sobre el camino a seguir, vieron Su gloriosa victoria en el Mar Rojo, recibieron los milagrosos regalos de Dios de comida y agua, y vieron una victoria en oración ganada sobre los amalecitas. Israel permaneció en el desierto de Sinaí hasta Números 10. Más de 57 capítulos de las Escrituras están dedicados a lo que le sucedió a Israel en el año en que acamparon en el Monte Sinaí. En un sentido, todo lo que pasó antes estaba destinado a llevarlos a este lugar. Sinaí era el lugar donde Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente. Pronto toda la nación de Israel podría experimentar algo de lo que Moisés experimentó en la zarza. Moisés podía dirigirlos a este monte para esta experiencia debido a que él ya había estado allí. El pueblo no podía ir más allá que su líder. El sitio tradicional del Monte Sinaí se parece un gran púlpito, un afloramiento repentino y empinado de una montaña en el desierto. Aquí, Dios predicó uno de los sermones más dramáticos que jamás se hayan escuchado.

Moisés, conducido por Dios, subió al monte para encontrarse con él como lo había hecho antes y Jehová habló con Moisés otra vez. Así dirás a la casa de Jacob: Con este título Dios asocia a la nación con el más débil y más inestable de los patriarcas. Hasta este punto ellos actuaban más como Jacob que como Abraham o Isaac. Dios le dio un mensaje a Israel a través de Moisés: Os tomé sobre alas de águilas: Las alas de águilas son fuertes y seguras; pero también hablan de una protección cuidadosa. Se dice que las águilas no llevan a los aguiluchos en sus garras como otras aves; las águilas jóvenes se adhieren al lomo de la madre águila y están protegidas mientras las transportan. Cualquier flecha de un cazador debe pasar a través de la madre águila antes de que pueda tocar al aguilucho en su espalda. Dios pronto haría un pacto formal con Israel en el Monte Sinaí. Pero antes de que lo hiciera, reveló lo que quería hacer por un Israel obediente.

El pacto era más grande que la ley misma. El pacto que Dios hizo con Israel involucraba la ley, el sacrificio y la elección de obedecer y ser bendecido, o desobedecer y ser maldecido. Dios quería que Israel fuera un tesoro especial para Él. Quería que fueran un pueblo con un lugar único en Su gran plan, un pueblo de gran valor y de importancia para Él, quería que fueran un reino de sacerdotes, donde cada creyente pudiera presentarse ante Dios, y como grupo, ellos le representaban ante todas las naciones. Dios tenía la intención de que Israel fuera gente santa, una nación y pueblo apartado del resto del mundo, la posesión particular de Dios, aptos para Sus propósitos. Aquí ellos dijeron: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos”. Su respuesta fue sincera, pero ignorante. Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová: Aquí Moisés actuó como un verdadero sacerdote, como un intermediario entre Dios y el pueblo. Sin embargo, Dios habló audiblemente a Moisés para que todos supieran que Dios realmente le hablaba a Moisés. Dios se iba a aparecer a Israel de una forma espectacular; y antes de que esto pudiera pasar, el pueblo se tenía que preparar.

Como Dios prometió revelarse en el Sinaí, le dijo a Israel, Guardaos. Había límites que no se podían cruzar. Israel debía de mantener su distancia detrás del límite, y la penalidad por no mantener su distancia era la muerte. Si hay algo básico en la naturaleza humana, es que necesitamos límites. Al establecer estos límites y proporcionar la pena de muerte por infringirlos, Dios le mostró a Israel que la obediencia es más importante que sus sentimientos. No dudamos de que algunos israelitas valientes sintieran ganas de ir más allá de los límites, pero debían someter sus sentimientos a la obediencia. El pueblo solo podía acercarse por invitación de Dios, y la bocina señalaría que la invitación estaba abierta. Al sonar de la bocina ellos podrían llegar al límite de la barrera, pero no más allá.

El pueblo inmediatamente se preparó para la revelación de Dios. El encuentro con Dios solo podría llegar al tercer día y ellos debían de esperarlo. La orden de Dios fue: No toquéis mujer: El resto de las Escrituras no enseñan que haya alguna impureza inherente en las relaciones sexuales. En esta situación, Dios quería que el pueblo demostrara su deseo de pureza vistiéndose con ropa limpia y reprimiendo los deseos, incluso los legítimos.

”Los hombres deben presentarse ante Dios con la mejor preparación posible”. (Trapp)

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.