Preparación para la consagración. Estas son solo las instrucciones para la ceremonia, que en realidad se llevó a cabo en Levítico 8. El propósito de la ceremonia era consagrarlos – es decir, apartar a los sacerdotes para el propósito de Dios. La ceremonia de consagración requería animales destinados al sacrificio. La consagración no podría suceder sin derramar sangre de sacrificio. Además, la ceremonia de consagración requería pan para la comunión con Dios. La consagración no podría suceder sin una verdadera comunión con Dios. Esta no era una ceremonia para cualquier israelita. Había ceremonias de consagración disponibles para todos – tal como el voto nazareo en Números 6. Pero la ceremonia aquí descrita y llevada a cabo en Levíticos 8 era para los sacerdotes, para Aarón y a sus hijos. Este proceso de consagración no se llevaba a cabo dentro del tabernáculo. Esto ocurría afuera, a la puerta del tabernáculo de reunión. Era algo que otros podían ver. El proceso de consagración empezaba con limpieza. Todos los ministerios sacerdotales comenzaban con limpieza, y una limpieza que era recibida: los lavarás. Aarón y sus hijos no se lavaron a ellos mismos; ellos fueron lavados.
Esto enseñaba humildad, porque ocurría en un lugar público a la puerta del tabernáculo de reunión. No podemos ser limpios de nuestros pecados sin habernos humillado primero. Esta gran limpieza se hacía una sola vez. De allí en adelante ellos sólo necesitaban limpiar sus manos y sus pies. Como estos antiguos sacerdotes, todo cristiano es lavado por la obra de la palabra de Dios, por la obra regeneradora del Espíritu Santo. Esta obra de limpieza se logró con la muerte de Jesús por nosotros y es apropiada por fe.
Después de ser limpiado, el sacerdote debía de ser vestido – pero no con sus propias ropas. Tenía que ponerse las vestiduras dadas por Dios. Como estos antiguos sacerdotes, todo creyente está revestido de Jesucristo y de Su justicia. Estas son ropas que Jesús da gratuitamente, pero que se reciben y se “usan” por fe.
Spurgeon dijo: Observa que estas ropas fueron provistas para ellos. No gastaron en comprarlas, ni trabajaron en tejerlas, ni necesitaron habilidad para hacerlas; simplemente tenían que ponérselas. Y tú, querido hijo de Dios, debes ponerte las vestiduras que Jesucristo te ha provisto, a su propio costo, y que te concede gratuitamente por amor ilimitado.
Los sacerdotes deben ser ungidos. El aceite (una imagen del Espíritu Santo) era derramado sobre sus cabezas, lo que indicaba que era dado en gran medida, y no en pequeñas cantidades. Como estos antiguos sacerdotes, cada creyente tiene una unción que pueden recibir y andar en ella por fe.
Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.