Vimos por última vez a Oseas en 2 de Reyes 15:30, como el hombre que dirigió una conspiración contra Peka, el rey de Israel. Después del exitoso asesinato, Oseas tomó el trono y empezó su breve dinastía. Él era un hombre malo, pero de ninguna manera el peor de los reyes de Israel. Tristemente, su sangriento derrocamiento del rey anterior y su violento ascenso al poder no lo hicieron inusualmente malo entre los reyes de Israel. Él parece no haber inaugurado o continuado con las prácticas anti-Yahvé por las cuales el mismo Israel es condenado. Esto nos recuerda que el juicio puede no estar a la altura del pecado. Cuando Dios juzga a una nación o a una cultura, Él tiene el panorama general en mente. Por esa razón, los verdaderos eventos del juicio pueden llegar cuando las cosas, aparentemente, no estén tan mal. No es el último grano de arena que agotó al reloj de arena, ni el último golpe del hacha que cayó sobre el árbol.
Siguiendo el patrón de Manahem, Oseas aceptó la condición de vasallo del rey de Asiria. Si él pagaba su dinero y hacía como el rey de Asiria quería, se le permitiría continuar en el trono de Israel. Oseas pensó que tenía una oportunidad estratégica cuando un nuevo rey llegó al trono asirio, pero estaba equivocado. Cuando Tiglat-pileser III murió en el 727 a.C. y fue sucedido por su hijo Salmanasar, el tiempo parecía propicio para que ciertos estados occidentales renunciaran a su condición de vasallos. Además, un aparentemente importante aliado yacía hacia al sur en el delta de Egipto. El rey Oseas esperaba hallar ayuda entre los egipcios, que se encontraban en una constante lucha por el poder con el Imperio asirio. Debido a la conspiración, y su fallo al pagar el dinero del tributo anual, Oseas fue hecho prisionero por el rey de Asiria. Como podríamos esperar de los reyes de Israel, Oseas no buscó a Jehová por ayuda, sino que buscó a Egipto. Por lo tanto, Oseas dijo: “De Samaria fue cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas”. La referencia a So, rey de Egipto, es probablemente mejor entendida como referencia a un lugar, “Sais”, el cual era en ese tiempo la capital de Egipto. “Así entendido, el verso 4 se leería: “él había enviado embajadores a Sais (incluso hasta) el rey de Egipto.
Fue una larga campaña dedicada a aplastar finalmente al rebelde reino de Israel, quien había desafiado el poder del Imperio asirio. Aunque requirió un sitio de tres años, valió la pena para los asirios. El hecho de que le haya tomado tanto tiempo a Asiria el romper la resistencia de Samaria, es un testimonio del buen muro que Omri y Acab habían construido alrededor de la ciudad capital. Esto nos muestra que cuando Dios trae su juicio, puede usar instrumentos humanos para llevarlo a cabo. Cuando Samaria finalmente cayó y el reino del norte fue conquistado, los asirios implementaron su política hacia las naciones conquistadas. Deportaron a todos, menos a las clases más bajas, hacia las ciudades de su imperio, ya fuera para entrenar y utilizar a los talentosos o para esclavizar a los hábiles. Doscientos años y 19 reyes después del tiempo de Salomón (el último rey de un Israel unido), cayó el reino del norte. No fue porque el Dios de Israel era incapaz de ayudarlos, sino porque habían abandonado de tal forma a ese Dios e ignorado su guía y corrección que Él finalmente paró activamente de protegerlos y los dejó podrirse y degradarse según sus deseos. Esto muestra otro principio del juicio de Dios: cuando llega, a menudo es humillante y degradante. Parece que Sargón II, el hermano y sucesor de Salmanasar, terminó este sitio o al menos tomó crédito por él.
En los siguientes versículos, el historiador divino explica las razones fundamentales de la conquista y cautividad del reino del norte. En su raíz, era un problema con el pecado. No fueron cambios geopolíticos ni causas sociales, fue el pecado. En el acto principal de redención en la historia del Antiguo Testamento, Dios sacó a Israel de la tierra de Egipto. El recuerdo de este acto por sí mismo debió provocar en Israel un compromiso total con Jehová. Sin embargo, ellos no recordaron esto y en vez de eso temieron a dioses ajenos, rompiendo el pacto que Dios hizo con su pueblo. El reino de Israel había temido a dioses ajenos desde su fundación 200 años antes de esto. Esto nos muestra otro principio del juicio de Dios: a menudo tarda mucho tiempo en llegar, porque Dios retiene su juicio todo lo posible.
Antes de que Israel ocupara Canaán en los días de Josué, la Tierra Prometida estaba poblada por pueblos paganos y degenerados que practicaban los peores tipos de idolatría y sacrificios humanos. Uno de los pecados principales de Israel fue que anduvieron en estos estatutos cananeos. Dios sacó a las naciones cananeas en los días de Josué debido a estos pecados. Ahora había sacado al reino de Israel del norte por los mismos pecados. El juicio de Dios contra los antiguos cananeos no fue debido a su raza u origen étnico; fue debido a su conducta. Como Israel compartió la misma conducta, compartiría el mismo juicio. Es un poco difícil decir si lo que hicieron se refiere a los otros dioses mencionados en los versículos anteriores o a los estatutos mencionados en este versículo. Cualquiera de las dos interpretaciones es válida o verdadera. Los hombres hacen tanto sus leyes como sus ídolos según su propia ingenuidad y deseos.
La rebelión y el pecado nublan el juicio del hombre, y claramente el juicio de Israel había sido afectado. Su juicio estaba lo suficientemente dañado como para pensar que podían pecar secretamente contra el Dios que lo ve todo. La historia divina repite este tema. Los mismos pecados que trajeron juicio sobre los cananeos también trajeron juicio sobre el reino de Israel del norte.
Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse