La dinastía de Jehú duró cuatro generaciones; la de Salum, cuatro semanas. La gran prosperidad y expansión bajo el reinado de Jeroboam II parece haber corrompido a las personas, las cuales les dieron libertad a sus deseos perversos y a su violencia. Aquellos en autoridad, en vez de revisar este espíritu de rebeldía, encontraron placer en él. Oseas 7:3 dice: “Ellos contentan al rey con su perversidad, y al príncipe con sus mentiras”

El escritor de 2 de Reyes no tiene ningún comentario moral que hacer del breve reinado de Salum. Tal vez, no reinó el tiempo suficiente como para mostrarse bueno o malo. Ciertamente, la violencia que marcó tanto su ascenso como su caída del poder, muestra que no reinó con la bendición de Dios. Israel estaba ahora bajo la tiranía militar, oprimido y esclavizado, y aun así pecaba con arrogancia contra Dios.

El acto de horrible brutalidad de abrir los vientres de las mujeres encinta fue ordenado por Manahem, quien se convirtió en el próximo rey de Israel. Esto muestra la profundidad de la brutalidad y la impiedad de los tiempos. La acción de Manahem contra los habitantes de Tifsa no se puede comparar con la brutalidad de ningún israelita. Aquí se puede ver la creciente influencia de las naciones vecinas. Fue una práctica extranjera infligida a los propios israelitas por los habitantes de Aram, por Amón y por los asirios.

Manahem hijo de Gadi su reinado fue el típico de los reyes de Israel en que fue malo y en que fue una continuación de la idolatría de Jeroboam patrocinada por el estado. Manahem puso al reino de Israel a dar tributo al Imperio asirio. Él compró el respaldo del rey de Asiria con una gran cantidad de dinero recolectado de la riqueza de su reino, por lo que reinó con la fuerza de Asiria apoyándolo. La carga de la imposición cayó sobre los ricos, de los cuales no tenía mucha simpatía ya que nos enteramos por los profetas Amós y Miqueas cómo obtenían sus riquezas.

La política asiria era inicialmente dejar un estado independiente en sus fronteras, aunque pedía un pago anual sustancial por este privilegio. A partir de ahí el estado podía ser hecho un vasallo, lo que implicaba tener a un oficial asirio en la corte como un perro guardián de las actitudes del gobernante.

Los dos reyes anteriores a Manahem no reinaron lo suficiente como para pasar el reino a un hijo o a otro descendiente dinástico. Manahem reinó lo suficientemente bien como para pasar el reino a Pekaía. El ya conocido refrán de hacer lo malo ante los ojos de Jehová fue una acusación en contra de los reyes de Israel que se repite sobre Pekaía.

¿Por qué debe Jeroboam ser llamado con tanta frecuencia “el hijo de Nabat”? ¿Por qué debe el padre por siempre ser escarnecido con el hijo, a no ser que hubiera sido de alguna forma responsable de sus pecados o hubiera estado implicado en ellos? Tal vez, porque hubo un tiempo donde Nabat pudo haber intervenido en la formación del niño, haberlo guiado a la verdadera adoración a Dios; o, quizás, porque el efecto de su influencia y ejemplo como padre fueron mortales.

La bendición de Dios, evidentemente, no estaba con Pekaía, cuyo reinado terminó en un asesinato después de tan solo dos años. Este fue el final de otra breve dinastía, y el inicio de una nueva. La insurrección provino del propio guardaespaldas personal del rey.

Pastor Carlos Umaña
Comunidad Cristiana Lifehouse