Al empezar con las palabras en esto, Juan conectó el pensamiento de este versículo directamente con el anterior. Podemos conocer por experiencia que vivimos en Dios, si Su amor ha sido perfeccionado en nosotros. Y sabemos que Su amor ha sido perfeccionado en nosotros si nos amamos unos a otros. Permanecer en Jesús no es trabajo de una sola parte, con nosotros batallando para permanecer en Él y Jesús tratando de liberarnos. Así como es verdad que nosotros debemos permanecer en Él, también es verdad que Él permanece en nosotros. Juan menciona la obra del Espíritu Santo en nosotros en este punto por dos conexiones importantes. Primero, es el Espíritu de Dios quien es la presencia de Jesús que permanece en nosotros. Segundo, es el testimonio del Espíritu Santo en nosotros lo que hace posible que conozcamos que permanecemos en Él.

Juan declara tres verdades esenciales sobre quién es Dios y cómo nos salva. (1) Que el Padre ha enviado al Hijo. (2) Que Él fue enviado como el Salvador del mundo (3) Sabiendo y conociendo que Jesús es el fundamento para permanecer en Él (Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.) Esta es la respuesta apropiada del cristiano ante quién es Dios y cómo nos ama. Somos llamados a tomar el amor y gracia que Dios ofrece, conocerlas por experiencia y creerlas. De eso es de lo que se trata tener comunión con Dios. Dios quiere que respondamos conociendo (por experiencia) y creyendo el amor que Dios tiene para con nosotros. Para perfeccionado, Juan no sólo utiliza la palabra griega teleioo (que tiene la idea de “madurez” y “completo”); él escribe teleioo teleioo – hablando del amor que es “perfectamente perfecto” o “completamente completo.” En el día del juicio es cuando se demostrará la obra de amor en nosotros completamente. Ahora conocemos el amor de Dios hasta cierto punto, pero lo conoceremos completamente en el día del juicio. Podríamos estar satisfechos con sobrevivir el día del juicio, pero Dios quiere llenar nuestras vidas con Su amor y Su verdad de tal manera que tengamos confianza en este día. Si nuestra relación con Dios está marcada por este temor que atormenta, se demuestra que no hemos sido perfeccionados – o sea, completos y maduros – en Su amor.

En la gran declaración del versiculo 19, Juan empieza por mencionar lo que hay en el corazón de cada verdadero seguidor de Jesucristo. Simple y sencillamente puesto, nosotros le amamos. Veamos a través de las páginas de la historia, pregunta a los hombres y mujeres más nobles, ¿Quién ama a Cristo? y, en un momento, desde los obscuros pozos salen los lamentos, Nosotros le amamos; y de aquellos que fueron quemados vivos viene la misma respuesta, Nosotros le amamos. Si pudieras caminar por los miles de catacumbas en Roma en las que los santos murieron; de quienes el polvo permanece ahí, si pudieran de repente despertar, todos ellos gritarían Nosotros le amamos. Los hombres más valientes, las mujeres más nobles y puras, todos en un mismo sentir; entonces, seguramente tú, no te avergonzarás y darás un paso al frente para decir, Pongan mi nombre junto al de ellos. Él nos amó primero: Este versículo no sólo declara nuestro amor por Jesús, también nos dice cuándo nos amó. Algunas personas se imaginan que Jesús nos amó porque Él sabía que le amaríamos y tendríamos fe en Él. Pero Él nos amó antes de eso, aun antes de que el mundo fuera creado, cuando nuestra existencia estaba solamente en la mente y corazón de Dios, Jesús nos amó.

Con frecuencia es más fácil proclamar un amor por Dios porque eso involucra una relación privada con un Dios invisible. Pero Juan acertadamente insiste que nuestra declaración de amar a Dios es falsa si no amamos también a nuestro hermano, y que este amor debe de ser mostrado. Jesús dijo que el mundo podría medir nuestro estatus como discípulos por la medida de nuestro amor unos por otros. Tenemos el mandamiento de amar. Aunque el amor fluye como resultado de permanecer en relación con Dios y de haber nacido de Él, también involucra un aspecto esencial de nuestra voluntad. Por lo tanto, nos es dado el mandamiento de amar a nuestros hermanos en Cristo. También podemos aprender cómo amar a Dios amando a otras personas. Se podría decir, Quiero amar más a Dios; quiero crecer en mi amor por Él. Pero ¿cómo puedo amar a un Dios que es invisible? Dios nos diría, Aprende a amarme, aunque no me puedes ver, amando a Mis hijos, a quienes puedes ver.

Jesús dijo en Mateo 5:23-24, Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y ahí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Dios se agrada más cuando te reconcilias con tu hermano que cuando le traes un sacrificio de alabanza.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.