La ayuda de Dios por el Espíritu está disponible para nosotros hoy. Cuando somos débiles, y no sabemos exactamente lo que hemos de orar, Dios mismo (por medio del Espíritu Santo) nos ayuda haciendo intercesión por nosotros. Gemidos indecibles: Es una ayuda del Espíritu que podría incluir orar con el don espiritual de las lenguas, pero ciertamente no es limitada a orar en una lengua extraña. La idea es simplemente el comunicar algo que nosotros no somos aptos para expresar. Estos gemidos dentro de nosotros no se pueden articular sin la obra intercesora del Espíritu Santo.

La idea principal es comunicarnos con Dios de una manera que no es limitada a nuestro propio conocimiento o habilidad de articular nuestro corazón ante Dios. El propósito de este gemir no es probar que estamos “llenos del Espíritu” o que somos especialmente espirituales. La ayuda del Espíritu Santo en la intercesión es perfecta porque Él escudriña los corazones de aquellos que Él ayuda y puede guiar nuestras oraciones conforme a la voluntad de Dios. La ayuda de Dios es una promesa duradera; Él tiene la capacidad de obrar todas las cosas para bien y de llevarnos a la glorificación.

La soberanía y capacidad de Dios de manejar cada aspecto de nuestras vidas es demostrada por el hecho que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, aunque debemos de enfrentarnos a las aflicciones del tiempo presente. Dios puede hacer que incluso esas aflicciones obren para nuestro bien y para el suyo. Dios es capaz de obrar todas las cosas, no solo algunas cosas. Esta promesa es para aquellos que aman a Dios dentro del marco del entendimiento bíblico del amor, y Dios maneja los asuntos de nuestra vida porque somos llamados conforme a su propósito.

La cadena eterna de la obra de Dios se ve en la conexión entre los que antes conoció, predestinó, llamó, justificó, y glorificó. Dios no comenzó una obra en los romanos simplemente para abandonarlos en medio de su aflicción presente. Pablo está diciendo que Dios es el autor de nuestra salvación, y eso desde el principio hasta el fin. No debemos pensar que Dios puede tomar acción solamente cuando le damos permiso. Sin embargo, nuestra participación en este plan eterno es esencial, reflejada en su meta: que podamos ser conformes a la imagen de su Hijo; y este es un proceso que Dios hace con nuestra cooperación, no algo que Él simplemente nos “hace”. Que Jesús sea el primogénito entre muchos hermanos es la razón del plan de Dios. Dios nos adopta en Su familia con el propósito de hacernos como Cristo Jesús, similares a Él en la perfección de Su humanidad.

Pablo va más lejos; pasa a hablar de la experiencia espiritual de cada cristiano. La versión Reina-Valera lo expresa de una manera inolvidable: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.” Este es un pasaje que desgraciadamente se ha usado mal. Si hemos de llegar a entenderlo, tenemos que reconocer el sencillo hecho de que Pablo nunca se propuso que fuera una formulación teológica o filosófica; lo que quería era que fuera una expresión casi lírica de la experiencia cristiana. Si lo tomamos como filosofía o teología y le aplicamos las leyes de la fría lógica, querrá decir que Dios escogió a unos y no a otros. Y no es eso lo que quiere decir.

Jesucristo vino a este mundo, vivió, fue a la Cruz, resucitó. Nosotros no hicimos nada para que todo eso sucediera; es la Obra de Dios. Nosotros oímos la historia de este amor maravilloso. No la hicimos; solamente la recibimos. El amor despertó en nuestros corazones; vino la convicción de pecado, y con ella la experiencia del perdón y de la salvación; todo es de Dios. Eso es lo que Pablo está pensando aquí. El Antiguo Testamento usa la palabra conocer de una manera iluminadora. “Yo te conocí en el desierto”, le dijo Dios a Oseas acerca de Su pueblo Israel (Oseas 13:5). “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la Tierra”, le dijo Dios a Amós (Amós 3:2). Cuando la Biblia dice que Dios conoce a un hombre, quiere decir que tiene un propósito, un plan y una tarea para él. Y cuando miramos hacia atrás y pensamos en nuestra experiencia cristiana, todo lo que podemos decir es: “Yo no lo hice; jamás hubiera podido hacerlo; Dios es el Que lo hizo todo”. Y sabemos muy bien que eso no es negar nuestra libertad. La profunda experiencia de todo cristiano es saber que todo es de Dios; que nosotros no hicimos nada, y que Dios lo hizo todo. Eso es lo que Pablo quiere decir aquí: que Dios nos ha elegido para la salvación desde el principio del tiempo; que a su debido tiempo nos dirigió Su llamada; pero el orgullo del corazón humano puede estropear el plan de Dios, y la desobediencia de la voluntad del hombre puede rechazar la invitación de Dios.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.