Continuando con nuestro tema de ayer, el apostol Pablo nos indica que una persona puede ser liberada “oficialmente”, pero aún estar encarcelada. Si una persona vive en prisión por años y luego es liberada, por lo regular sigue pensando y actuando como un prisionero. Los hábitos de libertad aún no están arraigados en su vida. Aquí, Pablo muestra cómo construir los hábitos de libertad en la vida cristiana.

Para los cristianos, Jesús les ha dado por siempre libertad, y ellos pueden caminar en esa libertad del pecado en cualquier momento que deseen. Pero como siguen cediendo sus apetitos carnales al servicio del pecado, viven una vida de derrota, desánimo y encarcelamiento. Pablo nos dice que no dejemos que ninguna parte de nuestro cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. Nuestros oídos, labios, ojos, manos, mente etc. La idea es muy práctica: Tienes ojos. No los uses para servir al pecado. Tienes oídos. No los uses para servir al pecado. Las partes de nuestro cuerpo son armas en la batalla por una buena vida. Cuando las partes de nuestro cuerpo son cedidas a la justicia, son armas para el bien. Cuando son cedidas al pecado, son armas para el mal. Un ejemplo de esto es cómo Dios usó las manos de David para destruir a Goliat para justicia. Después, el pecado usó los ojos de David para la impiedad cuando miró a Betsabé.

Esta es la segunda clave para caminar en la libertad que Jesús ha ganado por nosotros. No es suficiente quitar las armas del servicio del pecado. Luego deben enlistarse para el servicio de la justicia, y, como en cualquier guerra, el lado con armas superiores generalmente es el que gana. Presentarnos ante Dios como vivos de entre los muertos tiene como primera idea que toda conexión con la vida previa -el viejo hombre- debe ser eliminada. Esa vida esta muerta. Y, segundo, tiene la idea de obligación, ¡porque le debemos todo a Aquel quien nos ha dado una nueva vida! Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros: Spurgeon dijo que estas palabras nos dan una prueba, una promesa y un ánimo. Es una prueba para nuestra reivindicación de ser cristianos. ¿El enojo tiene dominio sobre ti? ¿Qué tal la murmuración y las quejas? ¿El orgullo? ¿La pereza tiene domino sobre ti? Si el pecado tiene dominio sobre nosotros, nos debemos preguntar seriamente si en verdad estamos convertidos. Es una promesa de victoria. No dice que el pecado no va a estar presente en nosotros, porque eso únicamente será cumplido cuando seamos resucitados en gloria. Pero la promesa es que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros debido a la gran obra que Jesús hizo en nosotros cuando nacimos de nuevo. La gracia, no la ley, provee la libertad y el poder para vivir fuera del pecado. La gracia jamás es una licencia para pecar. Pablo nos ha convencido de que una vida de pecado habitual no es compatible con alguien cuya vida es transformada por gracia. ¿Pero qué de un pecado ocasional? Si estamos bajo la gracia, no la ley, ¿debemos estar tan preocupados por un pequeño pecado que se haga aquí o allá? Sea lo que sea que te presentes a obedecer, te conviertes en su esclavo. Por ejemplo, si yo “obedezco” mi apetito constantemente, soy un esclavo de él. Así que tenemos la decisión en nuestra esclavitud: del pecado para muerte o de la obediencia para justicia. Pablo lo pone en el tiempo pasado porque hemos sido hechos libres de nuestra esclavitud al pecado.

Él también dice que hemos sido hechos libres por fe, y lo describe como que hemos obedecido de corazón. La fe es puesta en la Palabra de Dios, la cual él describe como aquella forma de doctrina. Considerándolo todo, el punto es claro: Tú pusiste tu fe en Dios y en Su Palabra, y ahora eres libre. Ahora vive cada día de acuerdo con esa libertad. La idea es que Dios quiere moldearnos: primero nos derrite por la obra del Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Luego nos vierte en Su molde de verdad ¿Qué significa ser hechos libres del pecado y ser hechos siervos de la justicia? Significa que el pecado ya no es tú jefe o tú amo. Ahora la justicia es tu jefe, así que sirve a la justicia en lugar que al pecado. No está correcto tratar de complacer a tu antiguo jefe cuando cambias de trabajo.

El apóstol Pablo se disculpa por usar la esclavitud como una ilustración, porque era degradante, y especialmente porque muchos de sus lectores romanos eran esclavos. Sin embargo, sabía que esta era una ilustración precisa y significativa. Pablo describe un principio arraigado en la naturaleza humana. La inmundicia conduce a más iniquidad. La justicia conduce a la santificación, que es más justicia. Esto describe el poder dinámico de nuestros hábitos. Imagínate a cuatro árboles en una hilera: el primero con un año de crecimiento, el segundo con cinco años, el tercero con diez años, y el último con 15 años. ¿Cuál árbol será más difícil de desarraigar? Obviamente, cuanto más tiempo estemos arraigados en un comportamiento, más difícil será desarraigarlo, un principio que funciona para el bien como para el mal. Para caminar en victoria sobre el pecado, debemos pensar correctamente sobre el fruto del pecado. El producto final del pecado es la muerte, no es diversión. Pero el producto final de la justicia es vida eterna. Cuando trabajas para el pecado, tú paga es la muerte. Cuando servimos a Dios no recibimos paga, pero Él nos da gratuitamente el mejor paquete de beneficios imaginable. Contestando su pregunta de Romanos 6:15, Pablo lo ha dejado claro: Como creyentes, tenemos un cambio de propietario. El cristiano debe luchar incluso contra el pecado ocasional porque debemos de trabajar para y bajo nuestro nuevo Amo. No es apropiado para nosotros trabajar para nuestro ex amo.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.