Job sabía que a los hombres ricos a menudo se les hacía fácil confiar en sus riquezas. Por lo tanto, una vez más insistió en que no había hecho de las riquezas su esperanza o su confianza, y tampoco se había alegrado de que sus riquezas se multiplicasen. Si he mirado al sol cuando resplandecía: Job se refería a que no había participado de la práctica común de adorar al sol. Su corazón no se engañó en secreto con la idolatría, la cual aparentemente algunas veces se adoraba con besar la mano. Cuando los ídolos estaban fuera del alcance de los idólatras, de manera que no podían besarlos, solían besar sus manos, y, por así decirlo, aventarles besos; de lo cual tenemos muchos ejemplos en escritores paganos. Es probable (aunque no incuestionable) que Job escribió esto antes que cualquier otro de los libros recibidos de las Escrituras. Por lo tanto, sabía que la idolatría estaba mal tanto por revelación natural como por consciencia. Él sabía que como era un Dios verdadero, entronado en los cielos, era una maldad juzgada negar al Dios soberano y adorar a cualquier otro.

Como testimonio adicional a su rectitud personal, Job afirmaba que no se había alegrado cuando sus enemigos habían sufrido o habían sido destruidos. Esto es ciertamente una marca de un hombre conforme al corazón de Dios, que tampoco se complace en la destrucción del malvado. Job ni siquiera maldijo a sus enemigos. Se abstuvo de la reacción más natural. También era un hombre diligente cuando se trataba de hospitalidad. No permitiría a la visita dormir en la calle y en vez de eso le abría las puertas de su casa. El argumento básico y consistente de los amigos de Job era que, aunque él aparentaba ser justo, en realidad debía estar cubriendo algunos pecados serios que dieran sentido a la calamidad que había caído sobre él. Por lo tanto, Job insistía en que él no estaba cubriendo sus pecados como hombre, como Adán, que culpó a Eva y en vano intentó cubrir su pecado.

Porque tuve temor de la gran multitud: Aquí Job responde la acusación de que él estaba motivado a ocultar su pecado por miedo a como se vería frente al público. Los amigos de Job probablemente habían conocido a muchas personas aparentemente justas que habían ocultado sus pecados y fueron destruidos cuando fueron eventualmente expuestos, y asumían que Job era como ellos. Job aquí justamente protesta que él no era como esos hombres que esconden su pecado por miedo a la humillación pública y menosprecio.

¡Quién me diera quien me oyese! Parece que Job interrumpió su defensa de la moralidad y rectitud de su vida. Probablemente, tenía mucho más que podía decir para defenderse, pero puso fin a esa línea de razonamiento e hizo una solicitud dramática final de ser escuchado delante del trono de Dios. Job estratégicamente trajo esta oración a su clímax con un repentino cambio de tono. Ahora estaba seguro de su inocencia, tan confiado en la veracidad de estos juramentos que añadió su firma y los presentó como su defensa con un desafío para Dios por una formulación de cargos escrita correspondiente. Job estaba absolutamente convencido de que lo que necesitaba era vindicación (o por lo menos una respuesta) de Dios. Sus amigos habían analizado a fondo su situación y habían llegado a conclusiones totalmente equivocadas. Ni el mismo Job podía encontrarle sentido. Aquí clama a Dios por una respuesta por lo que Él había hecho. Esta es la demanda de la que Job se arrepentiría después en Job 42:5-6. Job llegaría a darse cuenta de que no tenía derecho a demandar una respuesta de Dios, y en efecto tenía que sentirse satisfecho cuando Dios pareciera negarle una respuesta. Aunque mi adversario me forme proceso: Esto muestra la profunda (sin embargo, entendible) confusión espiritual de Job. Él sentía que Dios era su acusador (mi adversario), cuando en realidad era Satanás. Simpatizamos con Job, sabiendo que él no podía ver detrás de esa misteriosa cortina que separaba la tierra del cielo; sin embargo, aprendemos de lo que Job debió haber sabido. Job, rebasando el límite del que se arrepentiría después, anhelaba tener la acusación de Dios en su contra por escrito para poder refutarla como lo había hecho tan eficazmente con sus amigos. Él está tan confiado en lo que sabía de sí mismo que dijo que se presentaría a Dios como un príncipe. Lejos de estar avergonzado, Job está totalmente beligerante, ansioso por que se resolviera su caso, confiado en el resultado.

Si mi tierra clama contra mí: En este capítulo Job testificó de su propia integridad en los términos más solemnes, invocando repetidas maldiciones sobre sí mismo si sus amigos podían realmente demostrar que era un pecador sobresaliente digno de un juicio sobresaliente o disciplina de Dios. Ahora, llama a un testigo más a su favor; su propia tierra y propiedad. Esto no era inusual en el pensamiento antiguo. “La tierra es personificada como el testigo principal de los crímenes cometidos sobre ella. Job está preparado para aceptar las maldiciones prístinas sobre Adán (Génesis) y Caín (Génesis). Aquí terminan las palabras de Job: No es que no haya más palabras de Job en este Libro de Job; el hablará otra vez brevemente en capítulos más avanzados. Sin embargo, Job definitivamente ha terminado de discutir su caso. Él ya terminó; un hombre más intentará en vano arreglar el problema; y entonces Dios aparecerá. Podríamos decir que Dios – silencioso hasta este punto – no podía (o no lo haría) aparecer y hablar hasta que todos los argumentos del hombre se hubieran agotado. Este no es un simple epitafio de un escritor. Son las palabras concluyentes que Job pronunció: con las cuales informó a sus amigos que no pretendía alargar más la controversia; sino que ahora había dicho ya todo lo que tenía pensado decir. Hasta donde él sabía la controversia había finalizado. A este punto, hemos alcanzado el final de las expresiones de dolor de Job. El final es silencio. Esa es la oportunidad de discurso de Dios. Él a menudo espera hasta que hayamos dicho todo: y entonces, en el silencio preparado para tal discurso, Él responde.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.