A la luz de la elocuencia y la verdad de su queja anterior, Job llamaba a sus amigos a que por lo tanto tuvieran compasión de él. En vez de unirse en su contra en un concierto de condenación, debían tener compasión de éste que había sido tan afligido por la mano de Dios. Él hizo esta apelación a Dios y sentía que no le había sido dada respuesta. Ahora apelaba a sus amigos, y esperaba que por lo menos volteara sus corazones hacia él. Parecía no tener ni idea de que su drama y tragedia personal ciertamente serían escritas y se escribirían en un libro, y sería así para el beneficio de innumerables personas a través de generaciones subsiguientes. Sus palabras y su vida ciertamente serían escritas con cincel de hierro y con plomo, esculpidas en piedra para siempre.

Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo: Este es otro de los brillantes destellos de fe en el trasfondo de Job, que estaba por otra parte oscuro y triste por la crisis y el sufrimiento. Tal vez cuando consideraba que las futuras generaciones ciertamente verían su vida y sus palabras, fue movido a una triunfante declaración de fe. La palabra traducida como Redentor es goel, presentando uno de los maravillosos conceptos del Antiguo Testamento. El Goel era ese otro que defendía su causa, que vengaría los males que se le habían hecho y así exonerarlo de todos los cargos presentados en su contra. El significado de la palabra goel es fundamental para entender este pasaje. La palabra es importante en la jurisprudencia del Antiguo Testamento. Tenía un aspecto Criminal y civil. Como “vengador de la sangre,” un goel tenía la responsabilidad de vengar la sangre un pariente asesinado. No buscaba venganza sino justicia. Por el lado civil era un redentor o vindicador. Tenía la responsabilidad de “comprar de vuelta” y así redimir la herencia perdida de un pariente muerto. Como tal él era el defensor o campeón de los oprimidos.

El parentesco de Cristo con su pueblo debe ser considerado con un gran consuelo porque es voluntario. Tenemos a algunos, tal vez, que están relacionados con nosotros por sangre, sin embargo, que desearían no estarlo. Muchas veces, cuando un hombre rico tiene relaciones pobres, está medio avergonzado del parentesco entre ellos, y desearía que no existiera ¡Vergüenza sobre él por pensar así! Pero la relación de Nuestro Señor Jesucristo con nosotros no es ningún accidente de nacimiento; fue voluntariamente asumida por él. Job sabía que tenía un Redentor; Alguien que lo rescate de su crisis, desesperanza y de cada acusación hecha en su contra. Job no puede entender por qué Dios ahora está actuando tan diferente de lo habitual con lo que él siempre había creído. Él debe recuperar de alguna manera su amistad con Dios por medios que superan los cálculos teológicos de sus amigos. Él sabía que su redentor vendría a consolarlo y vindicarlo, aunque a este punto. Job había estado notablemente sin consuelo evidente de Dios. Al final del capítulo 16 Job estaba obsesionado con la noción de que alguien en el cielo lo defendería y abogaría por su caso. Pero aquí en el capítulo 19 él esperaba ser testigo de su vindicación en la tierra.

Aunque Job esperaba que la destrucción de su piel fuera completada, al mismo tiempo tenía la confianza de fe de saber que Dios no se escondería por siempre; que “en mi carne he de ver a Dios.” Este sería el momento de consuelo, restauración y vindicación de Job, y él tendría confianza en él incluso si solo venía después de que la vida sobre esta tierra se hubiera acabado. Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro: Esta osada confianza de Job – aunque brilla como un destello de fe en un trasfondo oscuro de desesperanza – derrotó completamente la confianza de Satanás de que Job podía ser puesto en contra de Dios. Su confianza, ciega como se encontraba en ese momento, estaba puesta sobre el hecho de que un día vería a Dios por sí mismo, una declaración poderosa y poéticamente repetida por énfasis.

Adam Clarke describió como sentía que esta notable revelación dada a Job lo cambió, y le dio una actitud diferente que es evidente en el resto del Libro de Job: “No es para nada probable que Job haya tenido esta certeza en ningún momento antes de que lo pronunciara; fue entonces una revelación directa, nada que hubiera tenido antes; de otra manera nunca hubiera soltado esas palabras de impaciencia e irritación que encontramos en muchos de sus discursos. Y esto puede ser deducido con seguridad de la consideración de que, después de este momento, ninguna palabra de ese tipo escapó de sus labios: él soporta el resto de sus sufrimientos con gran paciencia y fortitud; y parece esperar con esperanza firme ese día en el que todas las lágrimas serán enjugadas de los rostros, y está totalmente probado que el Juez de toda la tierra ha actuado bien” Podríamos decir que ver a Jesús cambió a Job y lo transformó en medio de su sufrimiento.

Lleno de confianza espiritual y fe, Job advirtió a sus amigos sobre su propia incredulidad. Ellos parecían creer más en Dios como un sistema de creencia que como en una persona, una persona a quien Job podía ver y que algún día lo vindicaría Las palabras finales de Job, dirigidas a sus amigos, sonaban como una advertencia de que, ellos también, debían enfrentar juicio. Qué intrigante es que Job, incluso cuando sus trágicas circunstancias lo han inducido a un nuevo temor de Dios, nunca exhibe el menor temor del juicio de Dios, y en realidad se encuentra ansioso de verlo cumplirse. Él ahora ha desahogado a su angustia. Él se ha aferrado todo ese tiempo a su sentido de inocencia; y se ha levantado de su desesperación hasta una altura donde ve, por un breve momento, la tierra que está muy lejana, la mejor costa que yace más allá de la corriente oscura de la muerte. Y entonces, en silencio y exhausto, tiene que escuchar una vez más a la voz del trío de sus consoladores.

Pastor Carlos Umaña Comunidad Cristiana Lifehouse.